El Ciudad de Logroño se desangra en Irún
Paliza en Artaleku. ·
El Bidasoa domina y pasa por encima de los franjivino, que nunca llegaron a competirPaliza. El Ciudad de Logroño se desangró en Artaleku. Los de Velasco podrán achacar la derrota al mal inicio del partido; o a sus fallos ... defensivos, o incluso al buen papel del guardameta Harbaoui Mehdi. Pero la verdad es que los riojanos nunca llegaron a competir con un Bidasoa que desde el inicio supo cómo buscarle las cosquillas a los franjivino, que se mostraron muy lejos de su nivel. De esta manera, se marcharon de Irún con el rabo entre las piernas después de sufrir un humillante 36-25.
Los males del Ciudad de Logroño comenzaron desde los primeros compases del partido. Muy opacos, los riojanos salieron a Artaleku con poca intensidad y dormidos, lo que provocó que cometieran demasiados errores en ataque. En defensa, los de Miguel Ángel Velasco nunca pudieron superar los bloqueos de los locales, que poco a poco empezaron a abrir hueco en el marcador.
Los franjivino cometieron demasiadas pérdidas en esos primeros minutos y cuando tuvieron ocasión de lanzar, se toparon con un sólido Harbaoui Mehdi, que gozó de muy buenos minutos, siempre apoyado en la defensa comandada por Matheus Da Silva. De esta forma, el Bidasoa se puso 5-1, lo que obligó a Velasco a solicitar un tiempo muerto.
A partir de ese momento, la mejoría del cuadro riojano fue progresiva. Pero insuficiente. Álvaro Preciado relevó en el lateral derecho a Eugen Zaja y el gallego comenzó a ver puerta, mientras que Edu Cadarso, que entró por El Korchi, supo encontrar a Roly Uríos en el pivote. El equipo vasco se quedó en esos cinco goles de renta que no pudo pulir un Ciudad de Logroño que nunca encontró en esos primeros treinta minutos un buen nivel defensivo. Xoan Ledo sí pudo tocar más cuero, pero muchos de esos balones cayeron en manos de los guipuzcoanos nuevamente.
De esta forma, y con un amplio margen de mejora, el conjunto riojano se fue a los vestuarios 16-11 abajo. Pero, sobre todo, con unas sensaciones que no invitaban al optimismo. El bloque logroñés, acompañado en las gradas por una treintena de aficionados, sangraba por sus cuatro costados.
La dinámica negativa continuó en el inicio de los segundos treinta minutos. Otra vez los errores de bulto y las distracciones defensivas –los pivotes locales enloquecieron a los defensores centrales– y el Bidasoa pisó nuevamente el acelerador, porque cuando no era desde los seis metros, el conjunto vasco marcaba a través de un gran Julen Mujica o de un efectivo Asier Nieto. Y la retaguardia franjivina no sabía por dónde le venía el aire.
Esta vez casi sentenció el encuentro el conjunto amarillo, que se pudo dar el lujo de rotar a sus jugadores mientras que la imagen a los hombres de Velasco era muy diferente: cabizbajos y sin encontrar respuestas a la goleada que estaban sufriendo.
Al partido le sobraron quince minutos. Ambos equipos colocaron a sus hombres menos habituales y las diferencias no se movieron del electrónico. Lógicamente, una derrota ante el Bidasoa entraba dentro de los planes de cualquiera, pero no de la manera en que se llevó a cabo. Ahora el Logroño deberá lamerse las heridas y preparar su cuerpo para otro hueso: el Barça.
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