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CRÍTICA DE MÚSICA

Tocando el cielo (I)

Miércoles, 17 de mayo 2023, 02:00

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Ya les comenté en estas páginas el magnífico arranque de la segunda edición de La Rioja Festival, 'Camino', con sus tres primeros conciertos en Logroño, ... Briones y Casalarreina. Pues, en su reanudación volvió a ascender a cotas musicales de muy alto nivel. El miércoles 10 se presentaba el excelente violinista Miguel Borrego (concertino de la Orquesta Sinfónica de RTVE), junto con el pianista Carlos Apellániz y un oportuno programa dedicado a conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Pablo Picasso, con músicas del siglo XX relacionadas con él. El marco de un museo de arte contemporáneo, como es el Würth, es ideal para una música como esta, si no fuera por la nefasta acústica que proporcionan los enormes espacios y duras superficies de cristal donde se celebró el concierto, con una tremenda reverberación. A esto se vino a añadir la ausencia de programa de mano, por un problema de imprenta, lo que hizo que el público se enfrentara a unas obras con varios movimientos, mayoritariamente desconocidas y sin la menor guía o explicación, así que fueron aplaudidos inevitablemente, sin ton ni son, todos y cada uno de los movimientos, perdiendo por el camino mucho del embrujo que aporta el silencio. El violinista mostró su poderío y autoridad con la intensa Sonata para violín solo de Arthur Honegger, repleta de dificultades, dobles y triples cuerdas, fraseos intrincados, que Miguel Borrego superó con nota. Deslumbró, a continuación, con el alegre y festivo Divertimento para violín y piano de Igor Stravinsky acompañado espléndidamente por el pianista Carlos Apellániz, quien tuvo luego a su cargo la interpretación a solo de seis Gnossiennes de Erik Satie en una lectura sugerente y matizada, resaltando deliciosamente esos toques impresionistas de la música de Satie, evanescente y misteriosa a veces (los machacones aplausos volvieron a romper la magia que interconecta cada una de estas bellísimas obras). Cerró el programa la brillante y dramática Sonata de Francis Poulenc en memoria de García Lorca, con el trágico disparo final, en excelente lectura de ambos intérpretes. La espectacular Danza de «La vida breve» de Falla, que nos ofrecieron de propina, con sus saltos de arco, sus «pizzicati» y demás fuegos artificiales virtuosísticos, levantaron al público de sus asientos.

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