El regreso de Alatriste
El autor firma un relato ágil y entretenido, y con un argumento atrapador
Luis Ángel Adán León
Sábado, 11 de octubre 2025, 10:56
Hace treinta años apareció un personaje literario que nos dejó a todos boquiabiertos. No creo que nadie en aquel momento no se maravillase de la ... aventura literaria que suponía. La recuperación del mundo más glorioso de nuestra historia: el siglo de oro. La manera era las aventuras de un soldado raso al que llamaban capitán y que era amigo de Quevedo, al que las circunstancias lo mezclaban con nobles y reyes y metían dentro de los avatares de la historia con mayúsculas. Así recorríamos la historia del imperio español en aquel siglo XVII, aprendiendo de sus miserias y sus glorias y admirando la explosión de la más brillante literatura que hemos tenido. Imposible no engancharse.
También ayudaba a engancharse el planteamiento moral del personaje. Un perdedor de la historia que se rige por unas normas de conducta basadas en el honor guerrero y la fraternidad de los soldados rasos. Aquel que es capaz de morir por un rey al que no admira. Luchar por una gloria ya en decadencia y acabar siempre siendo un pobre. Eran novelas cortas que uno devoraba y que te arrastraban a investigar sobre los personajes y circunstancias que allí aparecían.
Coincidiendo con la versión cinematográfica que acababa con la muerte del protagonista, que todos conocíamos desde el primer libro, la saga se interrumpió. Hubo un intento de versión en formato serie televisiva que fracasó estrepitosamente y la serie literaria se paró.
Ahora se revive. A la pregunta de por qué, el autor ha dicho que necesitaba liberarse del personaje para emprender otras aventuras y ahora ya puede volver. Esta novela recoge perfectamente todo lo que proponían las otras. El problema es que ha pasado demasiado tiempo y lo que me enganchó en su momento, ahora no lo hace. Pero el problema se soluciona en dos o tres páginas que te enganchan ipso facto.
El relato es ágil y muy entretenido. El argumento es atrapador, capaz de introducir a los cuatro mosqueteros en la trama y enfrentarlos a los protagonistas sin que nada se desencaje. Mi parte favorita es la forma en que utiliza el lenguaje barroco mezclándolo con el contemporáneo sin que interrumpa la narración. Te pasas todo el rato tirando de diccionario o deduciendo el significado de los símiles que utiliza y el resultado es enriquecedor.
Me alegro mucho de haber leído ese libro porque me ha hecho olvidar en lo que se ha convertido el autor y, a la vez, me lo ha explicado. Todo su discurso chulesco y despectivo anclado en un pasado glorioso y en sus aventuras reporteriles, mezclado con su especial sentimentalidad estaba en el Alatriste anterior y está en este. Él no ha cambiado. Yo sí, y por eso no le compro su discurso pero sí su narrativa.
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