Lidia Martín es una joven alicantina afincada en Nájera, que por titularse ha vivido en varias capitales universitarias. Ahora expone 20 cuadros en La Gota ... de Leche hasta el día 29 de marzo, con los que deleitarnos vista y cacumen, realizados a lo largo de dos años de trabajo, en los que se puede apreciar su evolución y la influencia que ha recibido de la pintura china. Todo a consecuencia de percatarse que su desiderata era mostrar el sentido de unión de los seres humanos con la naturaleza, resumida en la frase del pintor y calígrafo chino, Shitao: «¡Hombre y flor participan de la misma locura!». La exposición está basada, pues, en la experimentación y la evolución (influencia/ensayo/error/acierto), hasta dar con la anhelada 'línea de trabajo', crear su propio lenguaje, que cada cuadro sea el resultado del anterior.
Utiliza varias técnicas, en unos cuadros que parecen fragmentos agrandados de paisajes figurativos completos. Sus pinceladas son amplias, sueltas, empastadas. Y sus títulos esotéricos y poéticos. Sin conocerte, Lidia, tras bajar de la higuera de tu jardín, áspera y acre, quiero de ti el fruto morado, granujiento, dulce, jugoso.../ Y después dormitar plácidamente.
Avalada por el Premio Joven de Pintura del Parlamento de La Rioja 2021 y porque, al concluir sus estudios universitarios y hacer un par de másteres, dio en pintar, entendió que debía exponer. Eso le llevó a realizar alguna colectiva y varias individuales en Valladolid y Salamanca.
Para Shitao, el artista que la ha influido, la sustancia del paisaje se obtiene alcanzando el principio del Universo. Si se busca únicamente la nueva apariencia exterior sin tener en cuenta el principio, este peligra. Si se busca únicamente el principio, menospreciando la técnica, esta se vuelve mediocre.
De ahí el deseo de obtener la síntesis de lo único. Si lo único no es nítidamente percibido, la multiplicidad de lo real se esfuma. Si lo único es bien percibido, la multiplicidad de lo real revela su orden armonioso. De lo que cabe colegirse que el principio de la pintura y la técnica del pincel no son sino la sustancia del Universo y su apariencia exterior.
El trazo en el orden pictórico es equivalente del soplo, su huella tangible; por su presión y ritmo es virtualmente forma y movimiento, volumen y tinte a la vez. Si hablar es un soplo, escribir también lo es. Algo que, como a nuestra artista, fascinó al psicoanalista Lacan, quien proponía que toda interpretación debería ser poética, porque se rompe la linealidad unidimensional. Pero no nos metamos en otros jardines.
Cuando Lidia sea profesora de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, además de seguir pintando, inculcará a sus alumnos el pensamiento de que la belleza está en relación con lo verdadero. Aunque indirectos, no ha podido tener mejores maestros.
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