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«Los medios de comunicación son necesarios, igual que es necesario el buen servicio a las personas en cualquier profesión»El pasado día veinticuatro, los periodistas riojanos celebrábamos el recuerdo del que es nuestro patrono, san Francisco de Sales. Algunos, pocos, lo hicimos en ... la Iglesia de San Bartolomé, enfrente de la sede de la Asociación de los periodistas de La Rioja. Los más, pasando un rato amigable en torno a unos pinchos sabrosos y bien regados. Todo vale y todo está bien.
Aunque al día de hoy ya estoy más fuera que dentro de la actividad periodística, sigo ejerciendo mi trabajo en la comunicación con la pasión y la profesionalidad que siempre he intentado. No digo que yo esté siempre en posesión de la verdad –es absurdo hasta pensarlo y no sería exacto decir eso de nadie–, pero sí puedo decir que soy un enamorado de la verdad y que siempre he intentado hacer el bien cuando ha estado a mi alcance. En los casi sesenta años que han pasado desde que obtuve el título de licenciado en Periodismo, he buscado hacer el bien a las personas que he tratado y a las que me he dirigido en razón de esta profesión.
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Siempre he intentado ver en los lectores, personas; en los que escuchan, personas; en los televidentes, personas. Personas con sentimientos, ilusiones, ideas, penas, proyectos y problemas. Siempre he estado profundamente convencido de la fuerza liberadora y convincente de la verdad. De ahí que haya intentado sacar adelante mi segunda profesión –el Periodismo– con la misma relevancia que la primera –el sacerdocio–. Y lo digo sin ningún rubor, con la mayor sencillez y naturalidad.
Dicho esto, quisiera rendir mi modesto homenaje a mis compañeros y compañeras, a todos los que procuran hacer un periodismo de calidad. Por ello ofrezco a mis lectores las claves que deben tener presentes al enjuiciar el trabajo de mis colegas, no siempre bien valorado. La primera tiene que ver con la libertad: sin libertad no hay periodismo (solamente propaganda) y sin periodismo no hay libertad. La luz que arroja un periodismo de calidad sobre los hechos cotidianos es irrenunciable para hacer un buen análisis de la realidad y para promover la justicia y la sana diversidad, ambas, características esenciales de las sociedades más desarrolladas. De ahí que el verdadero periodista deba huir del sensacionalismo y de las verdades a medias.
Segunda clave: sentido del verdadero servicio. Hemos de servir a la sociedad, al público, a la ciudadanía, aunque ocasionalmente nos enfrente al poder. Hemos de hacerlo con respeto a la pluralidad que aportan las personas, poniendo especial atención a los derechos fundamentales del hombre, a la libertad y a la autenticidad. Esto quiere decir que no se puede informar de oídas, con suposiciones, con mensajes preconcebidos y sin contrastar. Que hay que buscar buenas fuentes (esto es vital), oír los auténticos toques de campana y conocer –con evidencias– al campanero. Un buen periodista, aunque se mueva en niveles muy modestos (publicaciones con poca tirada), no puede brindar informaciones unilaterales, sin contrastar o, como decimos coloquialmente, «sin escuchar a las dos partes».
Una tercera clave guarda paralelismo con mi primera actividad profesional, si así se puede llamar al ejercicio de mi sacerdocio ministerial. Yo no me he hecho cura para servirme de la Iglesia. Podía haber sido abogado, docente, hasta político profesional, lo que sea. Soy cura para servir a la iglesia (Pueblo de Dios), y para hacerlo como corresponde, como ella desea ser servida. Un periodista no viene a los medios de comunicación para «estar en los medios», ni para servirse de los medios. Dicho en plata, no se va a los medios (ni a la política, ni a ningún sitio) solo para trepar y 'figurar'. O se va para servir o nada tiene sentido, por más que lo adornemos.
Una última clave, hecha reflexión: los medios de comunicación son necesarios –guste o no guste–, igual que es necesario el buen servicio a las personas en cualquier profesión. Se ama el periodismo en la medida que se ama y se ayuda a las personas.
Quiero terminar rindiendo un modesto y agradecido homenaje, hecho aplauso, a los muchos y muchas profesionales que me han mostrado, a lo largo de estos años tan bonitos de mi vida, la gran calidad humana y profesional que portaban. Gente con raíces y convicciones, personas de carne y hueso, con las que he podido hablar de esto y lo otro, con naturalidad y mirándonos a los ojos. Ellos me han edificado en muchas ocasiones. ¡Gracias de verdad por haberos conocido!
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