La Amós Salvador expone obras de la Colección SOLO, entre las que se encuentran las de artistas como Mario Klingemann, que da imagen y título (' ... He aprendido que tienes que rezar por lo que no conoces'), a la muestra, de quien se alaba su capacidad generativa de frases con aspiraciones trascendentales.
Su intención es «aproximarnos al futuro más inmediato» con innovaciones que maman de principios artísticos de la tradición popular, dándonos una idea de lo contemporáneo, incluidas las creaciones digitales más experimentales. Ahorro al lector los anglicismos y pijaditas que ponen oropel al folleto que regalan en la sala. Texto propio de eruditos a la violeta, elaborado para 'purpurinar' un arte que al común le resulta incomprensible, o tan indigestible como un biberón de morcilla picante a un lactante.
¿Son conscientes de que están convirtiendo la sala en una misión de misoneísmo? Si como dijo Hormigos, vinculado a SOLO, «el arte que nos interesa es ese que no tienes por qué entender», ¿a qué ton un libro «para ayudarnos a desentrañar los aspectos ocultos de la selección», escrito por autores, con «toda la libertad que su juventud les dicta»? Para ese viaje no se precisaban alforjas. Si a eso se añade que el imperativo Klingemann dice «tienes que rezar por lo que no conoces», colijo que entienden por rezar dar gracias, pedir algún favor o ponerse en actitud contemplativa. O refunfuñar, justo lo que hace la mayoría de la gente cuando visita la Amós, ante tanto sacerdote del esperpento como allí oficia. Hay demasiados humos nocivos y oscuros, mucho incienso de esnobismo, en la antigua Tabacalera.
Como lo antedicho podría ocasionar que alguno saliera «con las manos por delante» –el ingeniero Eduardo Andrés dixit– pongo al quite peones que en tanto me superan.
Juan Cueto: «La estética de la modernidad es influida directamente por la presencia de ese nuevo público masivo y se ve determinada también por esas nuevas tecnologías de producción y reproducción de las mercancías culturales».
Manuel Vicent: «No creo que haya existido una época en que los cretinos hayan sido tan apabullantes, ni los tontos hayan mandado más, ni la idiotez haya tratado de meterse como la humedad por todas las ventanas de las casas y los poros de cuerpo».
Pérez Reverte: «Inventos que, por lo general y salvo muy honrosas excepciones, son utilísimos para trincar subvenciones por el morro, mamársela a los amiguetes y ajustar cuentas con los enemigos quemando pólvora del rey. Que sale gratis».
Y Santiago Amón: «En este país, no cabe un imbécil más; España es el cobijo de los tontos, de los cursis, de los innecesarios».
Pasados 40 años desde que se pronunciara Amón, ya puede comprenderse que hasta Logroño rebosa de esa fauna.
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