La exposición 'Salvaje color', a cargo del Taller de Arte Pigmento, puede verse en la Esdir hasta el 3 de abril. Sus autores son niños ... de 5 a 12 años que, debidamente tutelados y por mor de su necesidad de expresión, han dado suelta al pincel.
Como patrona, Grabiele Münter, 'a la que Vasili Kandinsky jodió la vida', dicho por boca de una de las enteradas mamás de los participantes. Proceder parecido al de Auguste Rodin con Camille Claudel, Jackson Pollock con Lee Krasner y Willem de Kooning con Elaine Marie Fried. Pero no nos vayamos por las camas (perdón, quise decir por las ramas); aunque fuera determinante lo que tuvieron esas parejas entre sábanas.
La Münter fundó junto a Kandinsky Der Blau Reiter, en un tiempo en que las mujeres eran excluidas por considerarlas intelectualmente inhábiles. Siendo una artista original, creativa y habiéndole ayudado a concebir el expresionismo, es de justicia que hoy sea reconocida como pintora imprescindible en el arte moderno, aunque en su tiempo fuera considerada un innecesario complemento. El reconocimiento quizás hubiera sido otro de no haber accedido a ser su amante. Pero Kandinsky era profesor de la Escuela Phalanx, donde permitían estudiar arte a las mujeres, y la alumna consintió en ser su querida, pese a tener otro ídolo (Matisse).
Y surgió la mezcla. Su fauvismo, rayano en la abstracción, parió el expresionismo. Se influyeron mutuamente y hay quien aventura que él no hubiera hecho la revolución abstracta sin ella. Rota la relación, ella cayó en una depresión tremebunda que le impidió pintar durante mucho tiempo. ¿Resulta oportuno contar a los niños esta tan inicua como productiva historia?
¿Qué hemos visto en la Esdir? Paisajes, retratos y bodegones abordados con la libertad propia de niños que juegan a pintar. Bien está que se les vaya fomentando la afición y tutelando discretamente en los inicios. Andando el tiempo, alguno quizá llegue a exponer en la Amós Salvador.
A propósito de la Amós. Fue sorpresivo que uno de los amigos que me acompañaron en las visitas dijera que el retrato de M. Canh, una de las 'estrellas' que exponen en la Amós, podría haberlo pintado alguno de los niños de la Esdir.
Confieso que la imposición de Klingemann ('tienes que rezar'), me movió a decir ante el reclinatorio: «Oremus, flectamus genua». Pero antes de que se arrodillase mi amigo dije: «Levate». Sin poder ofrecerle la alternativa de que se sentase en los esperpentos mobiliarios: el par de sillas de patas cruzadas, nada recomendables para puérperas, o el sillón malformado y 'bien tapizado', decepción para cansados y óptimo para sodomitas pasivos. ¡Son obras de arte!
Cierto que, entre varias incomprensibles birrias, hay algunas obras de calidad considerable.
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