Eduardo Sáenz de Cabezón | Matemático y divulgador
«La educación es como el Kamasutra, cuanto más sabes más lo disfrutas»El autor de 'Invitación al aprendizaje' sostiene que «mantener una curiosidad activa» a lo largo de la vida favorece la salud y la felicidad
Aprender cada día y tener una vida más plena o conformarse con lo que uno cree conocer ya. El matemático, profesor y divulgador Eduardo Sáenz ... de Cabezón (Logroño, 1972) acaba de presentar 'Invitación al aprendizaje' (Ediciones B), un libro en el que anima a «mantener una curiosidad activa» y «disfrutar aprendiendo» a lo largo de toda la vida.
– Invitar al aprendizaje y no obligar. ¿Cómo se despierta el deseo de saber?
– Ojalá hubiera una varita mágica, pero, para empezar, bastaría con no matar ese deseo natural. De bebés tenemos una capacidad innata para aprender que vamos desarrollando con los años. Es muy importante que durante la infancia tengamos suficientes estímulos y que durante la adolescencia y la juventud no perdamos esa curiosidad. Ese es el objetivo del sistema educativo, inculcar el amor por el aprendizaje y la capacidad para desarrollarlo.
– El sistema educativo es mejorable. ¿Enseña a aprender?
– Sí. Hay un discurso fatalista sobre la educación que yo no comparto; cada vez se hace mejor, aunque las circunstancias no siempre son las más favorables. Hay toda una serie de condicionamientos sobre el aprendizaje escolar, sociales, económicos e incluso políticos.
– ¿Se puede revertir el fracaso escolar?
– Yo creo que sí. Hay muchos caminos en la propia escuela, desde algún profe que te salva de eso y te imbuye de la ilusión por aprender hasta conectar con lo que ocurre en el colegio o en el instituto. Cuando los chavales descubren que aquello tiene sentido para ellos se transforma su relación con la escuela.
– 'Aún aprendo', dice un grabado de un Goya viejo. ¿Se puede aprender durante toda la vida?
– Pau Casals decía a los noventa y pico años que todavía ensayaba porque creía que estaba empezando a mejorar. Claro que podemos aprender a lo largo de toda la vida, aunque hay dos cosas que influyen. La plasticidad neuronal es mayor cuando somos niños, nuestro cerebro es capaz de adaptarse mejor. Y con los años se pierde algo, solo algo, de esa capacidad. Por otro lado, los nuevos conocimientos adquiridos se apoyan en los previos y ahí los adultos tenemos ventaja.
– ¿Hay que desaprender lo que se ha aprendido mal?
– A veces es necesario. Hay muchos tipos de aprendizaje. La memoria procedimental, por ejemplo, los aprendizajes del cuerpo: si un estudiante de piano aprende mal una posición de la mano debería corregirla y eso exige reescribir algo que ha sido escrito de una forma muy profunda en nuestro sistema neuronal. Hay otros tipos en los que lo hacemos continuamente; estamos constantemente incorporando conocimientos nuevos, unos vienen a ampliar los que teníamos y otros a corregirlos. Hay que desaprender a muchos niveles. El olvido y el desaprendizaje son aliados del aprendizaje.
– ¿Cuál es el peor método de aprendizaje?
– El aprendizaje es tanto más profundo cuanto más nos implicamos en él. Si hay una receta para aprender es la implicación. Los modelos de aprendizaje que no implican a la persona están abocados al fracaso. Hay un concepto llamado 'dificultad deseable': aprender nos tiene que costar pero esa dificultad contribuye a la implicación. La tecnología tiende a que nos saltemos este paso.
– Afirma que el aprendizaje influye en la salud física, ¿de qué forma?
– Hay mucha evidencia científica que indica que una vida intelectualmente activa hace que a enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer les cueste mucho más vencernos. Hay estudios que hablan de que esa actividad intelectual llega a retrasar entre cinco y diez años la afección de ese tipo de enfermedades. Y ese tiempo de seguir siendo tú mismo es muy valioso.
– También sostiene que el aprendizaje influye en la felicidad. ¿No somos más felices siendo más ignorantes?
– No me apunto a esa concepción de la felicidad. Parte de la felicidad consiste en ser consciente de quien uno es y de cómo es tu entorno. El aprendizaje contribuye a la felicidad de las personas en el sentido de llevar una vida más plena y con más sentido. Lo que hace el aprendizaje es construir tu propia persona y tener más criterio, más capacidad de análisis. Y en un sentido social, una sociedad en la que sus individuos han llevado a cabo aprendizajes mejores es una sociedad mejor. Mis aprendizajes no solo contribuyen a mi propio enriquecimiento sino al de mi entorno. Así es como voy a demandar políticas que favorezcan la cultura, la ciencia y todo lo que afecta a la sociedad común.
– Es científico en una familia de artistas. ¿Qué piensa de eso?
– Artistas y científicos tenemos en común la creatividad. La diferencia fundamental es la relación de uno y otro con su obra; es muy difícil separar la obra de un artista de su persona y en el caso del científico es más objetivo. Pero el diálogo entre ciencia y arte es fructífero en ambos sentidos.
– ¿Menospreciamos las humanidades?
– Desde la escuela se tiende a identificar las matemáticas y las ciencias con los listos, lo cual es un error. También ocurre que lo científico y lo tecnológico está más valorado laboral y económicamente, pero el crecimiento de una sociedad no solo se mide por el PIB. Y ahora se está empezando a valorar mucho más el papel de las humanidades en el desarrollo tecnológico. La diferencia entre la máquina y la persona va a estar más en lo que tenemos de humanistas que de científicos.
– ¿Cuál es el principal desafío al que nos somete la IA?
– El primero, de conocimiento: para poder tomar decisiones al respecto no podemos evadirnos de conocer esto. El segundo, identificar qué habilidades queremos que permanezcan en nuestro bagaje y cuáles pueden ser sustituidas por máquinas. Y el tercero, ser muy cuidadosos en la selección de datos para evitar aumentar sesgos indeseables y provocar una brecha social. Eso no depende de cómo funciona la IA sino de con qué datos la entrenamos.
– ¿Móviles y tecnología en las aulas? ¿Dónde poner el límite?
– Hay muchos matices. Un enemigo del aprendizaje es la sensación de que todo esfuerzo tiene recompensa inmediata. Esto lo provocan internet, las redes y las aplicaciones. Pero los aprendizajes no siempre son así, a veces requieren un proceso largo. Otro tema es el fácil acceso a la información, que nos quita esa dificultad deseable de la que hablaba antes. Y, por último, el acceso a la realidad se altera a través de la tecnología; al menos, deberíamos saber que esto es así. En definitiva, la tecnología debe estar en las aulas solo en la medida que sea imprescindible para aprender.
– ¿La mejor lección?
– Tomarnos la educación como el Kamasutra: cuanto más sabes más lo disfrutas.
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