«Nadie en el pueblo recordaba la Escuela de Primeras Letras»
Sorzano contó con una fundación gratuita de enseñanza desde 1744, la más antigua que se conoce en La Rioja
Sorzano contó con una Escuela de Primeras Letras fundada en 1744 por Pedro Estefanía Sorriba (1667-1739), la fundación escolar más antigua de La Rioja, ... que llegó a contar con un aula de gramática latina. Gregorio Remírez Aranzadi, de 78 años, maestro jubilado y exedil de Sorzano, descubrió datos sobre esta desconocida escuela buscando otra cosa en el archivo municipal. Fruto de su investigación es el libro 'Fundación de una Escuela de Primeras Letras en Sorzano' (2023), publicado por la Asociación de Amigos de Sorzano.
– Sorprende que Sorzano, que actualmente no cuenta con colegio, sin embargo albergara el más importante de la zona en el siglo XVIII. ¿Cómo se creó?
– Antes de morir, Pedro Estefanía, regidor de Valladolid que descendía de Sorzano, dejó toda su hacienda para pagar a un maestro, por esto se fundó la Escuela de Primeras Letras, que fue una fundación gratuita.
«Antes de morir, Pedro Estefanía dejó toda su herencia para pagar a un maestro»
– ¿Cómo contribuyó la escuela a la sociedad de Sorzano? En el libro destaca que no ha habido analfabetismo en el pueblo, el habla «correctísima» de la gente y la importancia de las faltas de asistencia, que el Ayuntamiento convertía en multas...
– Ahora estamos haciendo una recopilación de todos los maestros que nacieron aquí en el siglo XIX, y nos han salido 37. También hubo militares, ingenieros, el padre del oftalmólogo Ramón Castroviejo... Todos gracias al benefactor.
– Y, como guinda, hubo hasta estudios más avanzados, como un aula de gramática latina...
– Eso ya fue después, en el siglo XIX, por un cura, Santiago Nobajas, que se dedicó, los 90 años que vivió, a tener un aula de gramática latina, con hasta 670 alumnos. De todos ellos hay constancia de lo que llegaron a ser, sobre todo curas y militares. Aquello contribuyó a que aquí hubiera un esplendor cultural.
– ¿Y de dónde salieron tantos alumnos? Porque ni siquiera ha habido nunca tantos habitantes en Sorzano...
– Venían de los alrededores. El cura que casó a mis padres nació en Berceo y su padre fue alumno en Sorzano de Santiago Nobajas. Este escribió sobre él: «Lo expulsé por duro de cabeza». Se conoce que se empeñó en que el hijo fuera cura y lo fue.
– ¿Fue su condición de maestro la que le llevó a investigar sobre esta desconocida escuela?
– Estuve doce años de concejal y mirando en el archivo, pues es bastante rico, a pesar de que estaba tan escondido que nadie se había enterado, lo descubrí. Pude leer sobre la fundación de una Escuela de Primeras Letras en 1744 y empecé a indagar en las actas del Ayuntamiento. Curiosamente, a cada maestro le leían todas sus obligaciones. Así fui sacando toda la historia, hasta que en 1857, por la Ley de Instrucción Pública de Moyano, empezaron a depender del Estado. Y por la desamortización de Mendizábal quitaron las fincas que había para pagar al maestro.
– ¿Y hasta cuándo funcionó el colegio en Sorzano?
– La escuela continuó, ya dependiendo del Ministerio de Educación desde 1857, hasta hace ocho años o así. Hasta 1922 el colegio estaba junto a la iglesia, después se construyó una nueva escuela con dos aulas y pisos para los maestros.
– ¿Y nadie recordaba esta escuela primigenia?
– Era totalmente desconocida. Se sabía que había habido un aula de gramática latina, pero cuando empecé a hablar de que se había fundado una escuela en el siglo XVIII me miraban con una cara... Es curioso, pero el fundador solo puso como condición que todos los días, al final de clase, se rezara un padrenuestro y un avemaría por su alma y la 'Oración del Santo Sudario'. Yo no sabía qué oración era esa hasta que un día mi suegra me la recitó de pe a pa. Y hay una señora del pueblo, Alicia, de 93 años, que también se la sabe de memoria.
– ¿Y ahora que se conoce, qué supone para el pueblo?
– Ha hecho mucha ilusión. El día que presenté el libro pensé que no iba a haber nadie, pero se llenó el centro joven y hubo que habilitar la parroquia, con permiso del cura. Yo me emocioné.
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