¿Por qué la demencia lleva siempre a pensar cosas horribles?
Hay una base psicológica que lo explica
Nos han estafado. Nos persiguen. Nos roban. Nos quieren matar. Alguien muy querido ha muerto. Nos han echado de casa. Estamos en la ruina. Todos ... esos pensamientos negativos pueden sacudir la cabeza -y el bienestar- de una persona con demencia en el lapso de media hora. ¿Por qué los delirios de una persona con alzhéimer o párkinson, por ejemplo, nunca les lleva a imaginar cosas bonitas? Que les ha tocado la lotería, que alcanzan alguno de sus sueños, que regresa alguien importante a sus vidas... qué demonios, en el mundo de los delirios podrían hasta resucitar a seres queridos, ¿no? Pues no, que la cosa va casi siempre sobre el miedo y el mal rollo. ¿Por qué?
Dirigimos esa pregunta a María Padilla, responsable de Capital Psicólogos. «Hay unos síntomas físicos que acarrean consecuencias psicológicas. El cuerpo se nota débil y sientes que te tienes que proteger. Y poco a poco va entrando en paranoia», explica. Detrás de todo está «una sensación de indefensión», que además es real, porque en paralelo estos mayores ven reducida su autonomía, ven comprometida su capacidad para andar o comunicarse. El delirio, la 'pajarada', no lo es tanto. Es casi una metáfora de un dolor distinto.
Esos pacientes «no están conectados con la realidad, pero sí hay un registro que les pide protección. Por eso creen que se van a aprovechar de ellos, que les van a secuestrar... es una manera desesperada que tiene el cuerpo de tomar algo de control», señala la experta.
Escuchar a una madre o un padre con demencia lanzar esos mensajes puede resultar muy angustioso. María Silvestre destaca la necesidad de «recabar siempre información con profesionales sobre cómo actuar». De lo contrario, y siempre de forma bienintencionada, los familiares pueden optar por decirle a esa persona con demencia que «no pasa nada» y trasladarle «que son delirios, algo que es verdad... pero es que tienen una función detrás» y, si la conocemos, será más sencillo gestionarlos.
Si no entendemos bien lo que está pasando, podemos lanzar mensajes erróneos y hacerles ver que están equivocados o que lo que piden no tiene sentido. El problema es que eso agranda «un sentimiento de culpa» que está también presente en estos mayores. «Por un lado, les confirma esa idea -dañina- de 'estoy loco' y, por otro, refuerza su tesis de que 'nadie me entiende pero el peligro es real'. Sobre eso no tienen dudas porque lo sienten en su cuerpo. Lo están viviendo. Todos nos manifestamos en base a lo que estamos viviendo».
Vale sí, todo esto tiene su lógica. Pero el verdadero reto, si tienes una familiar con demencia, es cómo responder a eso. «Es mejor no advertirles de que no están en la realidad. Si se sienten inseguros y quieren más seguridad en casa pues podemos poner un cerrojo, hasta uno que sea falso incluso. Hay familiares que han hecho fotocopias con dinero para dejarlo en algún lado y darles seguridad», explica. A estos trucos la experta de Capital Psicólogos los denomina «atalayas, acciones de seguridad para que se agarren a ellas».
La cosa, como seguramente atisbamos, no va a ser fácil de llevar y tendremos que derrochar toneladas de paciencia. «Es muy importante que estas personas no pasen tiempo solas», recomienda Padilla. «La clave es que sientan a alguien a su lado y que tengan esa referencia. Que les puedan decir que están en un sitio de seguridad», insiste. Las veces que haga falta, que van a ser muchas. En ocasiones, según Padilla, conviene incluso preguntárselo directamente: ¿Te sientes seguro? ¿Te acuerdas de quien soy yo?». Y explicárselo con voz calmada. «Esa voz es fundamental porque da un punto de seguridad», añade.
Hacer, hacer
Otro punto importante, pero esta vez poniendo el foco en el cuidador. Los expertos llevan años alertando de su gigantesca carga. De su necesidad de descanso y apoyos. Hay incluso programas públicos diseñados para ellos. «Los familiares tienen que saber que el proceso no se puede parar y buscar ayuda», zanja.
Hay una idea que puede ayudar a los allegados a sobrellevarlo. «Los que tienen la demencia son los menos conscientes, los que lo pasan peor son los que están alrededor. Es decir, su nivel de sufrimiento no es tan alto como podemos imaginar».
Otra de las principales demandas de estos mayores con demencia es la necesidad de hacer cosas. «Hacer y hacer, solucionar. Tienen un sentimiento de inutilidad. Saben que algo no funciona bien y quieren ser útiles», destaca. «Podemos ponerles a hacer cualquier labor sencilla. Hasta separar garbanzos y judías. Algo que puedan hacer bien». Lo que sea para apartar su cabeza de los delirios negativos... ¿nunca su cabeza va a idear algo que les beneficie? Sí hay una excepción: «Las demencias adaptativas. Un señor mayor que va a una residencia y en su cabeza se le acopla la idea de que está en su antigua casa, que la cocinera es la vecina de enfrente... O cambia de ciudad pero cree reconocer a muchos amigos. El cerebro busca así su espacio de seguridad y es fantástico». Dar certezas, ofrecer seguridad. Igual no es tan difícil.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión