Jorge González Director de hotel
Jorge González ·
Dirige el Hotel AC Málaga Palacio by Marriott desde hace veinte años y duerme al menos treinta noches al año en él para «cogerle el pulso al negocio»Alberto Gómez
Lunes, 25 de agosto 2025, 00:02
Conoce los secretos de media Málaga. Hace de psicólogo, curtido en escuchar alegrías y penas, y de cura, pero solo por aquello de las confesiones. ... Jorge González practica el hedonismo sin renunciar a la disciplina y tiene más trabajo cuanto más descansan los demás. Por eso no duda en hacer las delicias del fotógrafo y remangarse los pantalones para posar en la piscina, chaqueta y corbata incluidas, ante el jolgorio de sus clientes. Director del Hotel AC Málaga Palacio by Marriott desde hace veinte años, leonés de nacimiento y andaluz por vocación, tiene clara la receta de su éxito: educación, trabajo, discreción... y dormir al menos treinta noches al año en su hotel.
– ¿Lo de que suele dormir en diferentes habitaciones para ir probando colchones es cierto o forma parte de la leyenda?
– Es cierto, no es una leyenda. Tengo una teoría: un director debe dormir en su hotel al menos treinta noches a lo largo del año para cogerle el pulso al negocio. No sólo para comprobar el estado de los colchones, sino la presión de la ducha, los cierres de las puertas… Lo tengo claro.
– ¿Y de verdad le ha ayudado a detectar fallos?
– Totalmente. Ayer la puerta del baño de la 418 chirriaba.
– ¡Hasta ese punto de detalle!
– La experiencia a partir de las diez de la noche es muy enriquecedora en ese sentido. Detectas cualquier detalle.
– Con todo lo que ven y escuchan, ¿valen más por lo que callan?
– Sin duda. Yo llevo treinta años en esto… La gente se desinhibe en los hoteles. No sólo es que yo haya visto cosas por ser director; es que cualquiera de los trabajadores del hotel ha sido testigo de situaciones de todo tipo. Nuestro punto fuerte es la discreción. No lo comentamos ni entre nosotros.
– No me lo creo...
– Sí, sí. De hecho, cuando ha habido algún comentario en el comedor de personal enseguida hay una mirada o alguien que dice: «Ya, hasta aquí». Es la intimidad de nuestros clientes.
– ¿Y no es frustrante trabajar rodeado de gente de vacaciones?
– A mí me gusta practicar la envidia sana. Yo siempre desearé que te vaya bien, y cuando te vaya bien desearé que te vaya mejor todavía. No es frustrante. Nuestra profesión es una de las más bonitas del mundo.
– ¿Las camareras de piso tienen el cielo ganado?
– Sin duda. Siempre ha sido el departamento que más he respetado, antes incluso de que comenzara a reivindicarse su trabajo. Cuando empecé, durante el 'trai-ning', tenía que hacer diez habitaciones diarias y comprendí enseguida el esfuerzo de recoger, agacharse, hacer la cama…
– Esas camas siempre perfectas.
– Sí, porque el cliente no perdona nada. No perdona ni una arruga. Todo tiene que estar perfecto, ordenado, alineado. Cuando estamos fuera de casa tendemos a ser más desastrosos, menos ordenados. Incluso cuidamos menos la limpieza. Tendríamos que ser más cuidadosos.
– Confiese: ¿alguna vez ha robado el albornoz de algún hotel?
– Ostras… (piensa). Sí, lo he robado (estalla en risas). Pero en la competencia (más risas).
– Entonces será empático con quienes se llevan cosas…
– A ver. Entiendo que te lleves un jabón donde pone AC, un botecito de gel… porque además son cosas que están diseñadas también como recuerdos. Pero hay otras que no tiene perdón…
– ¿Como cuáles?
– Una televisión, por ejemplo.
– ¡¿Se han llevado una tele?!
– ¿Una? ¡Ojalá! Se han llevado muchas. Y vasos, cubertería…
– ¿Y qué hace en esos casos?
– Depende. Si son cosas de poco valor, hay días y días. A veces me levanto cruzado o el café no me ha sentado bien y digo: «¡Cobramos todo lo que se haya llevado!». Afortunadamente, no me hacen caso. Otros días pienso: «Bueno, has robado tal cosa pero ya lo has pagado en el precio de la habitación» (risas). Y cuando son asuntos más graves, como llevarse una tele, pasamos la factura. Algo que no me gusta nada que se lleven es la vajilla del restaurante.
– ¿Alguna vez ha visto un plato que le suene en casa de alguien?
– No me ha pasado, aunque una vez una compañera me estaba enseñando su nueva casa y pensé: «Uy, esta colcha me suena» (risas). No le dije nada.
– ¿Cómo lleva lo de trabajar con traje y corbata en verano?
– Me encanta.
– Sánchez propuso quitarse las corbatas para ahorrar energía.
–Yo hago caso a lo que dice mi presidente, Antonio Catalán.
– Pues él siempre dice que sobran clientes y falta precio.
– Y lleva razón. Las cosas de calidad hay que pagarlas. Porque, además, cuestan mucho y porque hay que conseguir que la gente del sector servicios tenga mejores salarios. Y para eso hay que cobrar a los clientes.
– ¿Cuánto es capaz de comer una persona en un bufé?
– ¡Mucho! Pero mucho… Por eso en las habitaciones ponemos espejos de cuerpo entero (risas). Pero bueno, se compensa porque hay gente que come poco...
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