Energía, criptomonedas y metaversos, la misma historia
Como hay dinero ocioso, a alguien se le ocurrió que se podría inventar algo acorde con los tiempos líquidos y virtuales que vivimos: un metaverso o universo paralelo
FERNANDO ANTOÑANZAS VILLAR
Jueves, 13 de octubre 2022, 19:03
Estos días leo en la prensa que la producción de un megawatio mediante paneles solares requiere 2,5 hectáreas de terreno, amén de los otros ... componentes. Un megawatio de potencia da para unos 300 hogares, con el término común de potencia que solemos tener contratado, o para unos 600 teniendo en cuenta el consumo medio anual, y eso cuando hace sol, claro. Si no, nada, como el verano en Ezcaray, de Santiago a Santa Ana, y si hay niebla, nada. Resulta que las fincas donde se ubicarán estos parques solares «están que se subastan». Según cita el artículo al que me refiero, llegan a los 1.000 euros por hectárea y año. Estupendo, más que los ingresos por dedicarla al cereal y que los beneficios de una viña en La Rioja a los precios actuales de la uva. Y sin tener que labrar, sembrar, abonar, rezar para que llueva a tiempo, y cosechar. Se necesita en los próximos 8 años una superficie como la de la provincia de Cantabria para 'plantar' esos parques solares, cuyas autorizaciones ya están concedidas por las correspondientes administraciones. La solar va a dejar de ser una energía barata si ese coste de los alquileres sigue in crescendo.
Mientras tanto, en esa lucha contra la entropía (la tendencia al desorden o a requerir más esfuerzo para mantenerse sin cambios, que cualquier sistema tiene) hemos inventado una nueva forma de ganar dinero sin apenas trabajar. Se trata de crear criptomonedas, el bitcoin quizás sea la más paradigmática, pero hay más, cómo no. A modo de una nueva minería, los ordenadores consiguen, mediante algoritmos basados en cadenas de bloques, buscar y crear el premio final de una unidad más de la preciada moneda. En el caso del bitcoin, su valor es de unos 40.000 dólares. Todo requiere uno, o mejor varios potentes ordenadores, un método matemático de cálculo, un montón de energía para que trabajen los procesadores durante semanas, y, como todo en esta vida, suerte. Se estima que el consumo energético de los ordenadores dedicados a crear esas criptomonedas en el mundo es equivalente al de un país como Suecia.
Algo parecido a la minería del oro, exceptuado el trabajo humano, en este caso casi innecesario, lo cual hace más atractiva aún la consecución de la criptomoneda. El oro lleva milenios fascinando a la humanidad. Los ordenadores, algoritmos y criptomonedas, apenas unos años. El fruto de estas monedas es un nuevo oro, más acorde con los tiempos virtuales que vivimos: se puede guardar en un lápiz electrónico, canjear por cualquier bien o servicio, vender a quien no se haya dedicado a conseguirlo mediante sus ordenadores; además, escapa al control del fisco y de los bancos centrales, y los pagos son imposibles de rastrear (imaginen lo que puede adquirirse en mercados poco transparentes). Solo se necesita encantar al personal con esas monedas. Quienes diseñan el producto, suelen partir con una ventaja, ellos ya tienen una buena dote y desean que al entrar más entusiastas en el juego se eleve su valor. ¿Les suena el asunto?
La economía mundial ha sufrido dos reveses importantes en apenas diez años. Tras la crisis financiera y la nueva del COVID, los gobiernos y bancos centrales han respondido aumentando la liquidez de la economía, con políticas de expansión, inyectando billones de sus monedas. Como hay dinero ocioso que no encuentra su acomodo, a alguien se le ocurrió que se podría inventar algo acorde con los tiempos líquidos y virtuales que vivimos: un metaverso, o universo paralelo. Copiemos los lugares del mundo en una especia de mapamundi virtual, solo accesible a través de internet, y pongámoslos a la venta. Dejemos que se intercambien esos lugares también mediante criptomonedas, para darles más movimiento y confianza a estos nuevos instrumentos financieros. Animemos a comprar por snobismo lugares emblemáticos y dejemos que el afán de coleccionar, codiciar y ganar hagan el resto.
Y lo está haciendo. Los noticiarios incluso se hacen eco de las adquisiciones más sonadas en esa especie de 'Gran Monopoly'. ¿A quién no le gustaría poseer virtualmente el campo de fútbol de su pueblo por 50? ¿Y revenderlo por 500? Mientras haya primos... Pero para eso hace falta mucha energía, más paneles solares, más terrenos compitiendo por el cereal, más caro el cereal, más dificultades para comer sufridas por quienes están al margen de estos circuitos de los países ricos donde se juega la partida...
Mejor no pensarlo o, mejor aún, pensarlo y no seguir por esos derroteros.
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