Los riscos de Bilibio: vistas, naturaleza y batallas del vino

Ana Ibáñez se marchó en 1999 a estudiar a Pamplona y desde el 2005 está viviendo en Madrid. Son muchos años lejos de La Rioja, pero ¿la distancia ha hecho que la presentadora de Televisión Española se olvide de sus raíces? Ni mucho menos. Solo hay que hablar con ella unos minutos para comprobar el cariño que guarda a La Rioja y que, además, ha trasladado a la gente que convive con ella en la capital del país.

Para ella, volver a Haro es regresar a casa. «Es desconectar, sentirte reconfortado, estar con la familia y con los amigos y reencontrarte con gente de toda la vida», relata. «Además, he tenido la suerte de que a mi chico también le encante; es ya hijo adoptivo de La Rioja», apostilla.

Tanto le gusta que a Ibáñez le cuesta mucho elegir su rincón favorito. «Sabía que esta entrevista iba a ser complicada porque diría muchos», asegura. «Siempre que voy a mi tierra aprovecho para salir a andar entre viñas y enseñarle a Javi (su pareja) sitios que aún no conoce», cuenta. Sin embargo, entre recuerdos y vivencias, un lugar destaca sobre el resto: los riscos de Bilibio. «Como buena jarrera que soy», recalca.

Para Ibáñez, los riscos son una visión de su infancia. «Es la imagen que tengo desde la ventana de mi habitación», indica. «No en vano, desde cualquier punto de Haro se ve el barrio de las bodegas, con San Felices al fondo», añade. Pero los riscos son mucho más. También es el lugar de la batalla. De la del vino, eso sí. «Además el año pasado, después de una década, volví a vivir esa fiesta y me lo pasé en grande», se congratula la presentadora.

Y no sólo los riscos son especiales para Ibáñez. En Haro hay muchos más rincones: «En los jardines de la Vega, por ejemplo, he pasado horas y horas comiendo pipas, pasando el rato con los amigos y hablando de nuestras cosas».

Ya avisaba la jarrera al comienzo de la entrevista que le iba a resultar complicado quedarse con un único lugar, ya que sus vivencias en La Rioja se extienden más allá de las fronteras de su localidad. «De hecho, el triángulo de mi infancia está formado por Haro, Zarratón y Santo Domingo», enumera.

Su madre es zarratonera y su padre, calceatense. «Y para mí La Rioja es recordar esos fines de semana yendo a ver a mis abuelos a cualquiera de esos dos municipios», cuenta la joven. «En Santo Domingo, por ejemplo, mis abuelos tenían un bar que llamaban 'El Navarro' y para mí es muy especial recordar las paellas en su casa o los paseos que nos pegábamos por El Espolón», rememora.

Pero más allá de lugares, Ibáñez se queda con sentimientos. «Hace años que no voy regularmente a Zarratón, pero la gente sabe quién soy», explica. «'Eres la nieta de la Crucita y el Agustinito', me dicen, y eso es algo entrañable», asegura. Y lo mismo le sucede en Santo Domingo. «Cuando voy no soy 'la de la tele', sino la nieta de Gori (El Navarro) y la Pruden», se congratula antes de recordar que no hace mucho regresó a Zarratón. «La casa de mi abuela estaba en el número 10 de la calle Centro y vi que la estaban reconvirtiendo en un alojamiento turístico; me entró una mezcla de nostalgia y de orgullo al pensar que esa casa en la que tanto he vivido iba a ser disfrutada por otros de manera diferente», expone.

Jugar con sus primas en los columpios situados bajo la iglesia de la Asunción o sus excursiones en bici son otros de los recuerdos que Ibáñez tiene de Zarratón. «Era la libertad de estar en un pueblo en el que no tenías casi ni hora de volver a casa», afirma.

No hace falta ser muy avispado para certificar que a la jarrera le apasiona La Rioja. Se le nota. «Mis compañeros dicen que se me ve el plumero», apunta. Además, desde Madrid se ha convertido en una perfecta guía turística de la región. «Mucha gente me pide consejos cuando viene a La Rioja y ya me he elaborado un documento de Word con recomendaciones», relata. «Y les digo todo lo que no se pueden perder: si buscan cultura, San Millán; si vienen con niños, la ruta de los dinosaurios; si quieren relajarse, Arnedillo; y si quieren vino, que no se les olvide visitar Haro», enumera.

Además, desde la distancia ha podido comprobar que cada vez más gente viene a La Rioja a descubrir la comunidad al completo. «Y nadie vuelve diciendo que se lo ha pasado mal», asegura. Y no es de extrañar porque la 'guía' riojana elaborada por Ibáñez tampoco deja atrás la gastronomía. «Unas chuletillas al sarmiento nunca pueden faltar», recalca. «Aquí se pueden vivir múltiples experiencias y todas diferentes», concluye.