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Uno de los recientes incendios en Australia. Efe
Los superincendios forestales arrojan a la atmósfera 19 veces el CO2 generado por España

Los superincendios forestales arrojan a la atmósfera 19 veces el CO2 generado por España

Activan un círculo vicioso por el que los grandes fuegos agravan el cambio climático y las olas de calor y las sequías multiplican las llamas que arrasan los bosques

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Viernes, 20 de diciembre 2019, 13:07

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Los grandes incendios forestales se han convertido ya en uno de los elementos con más peso para el avance acelerado de la emergencia climática, según un informe elaborado por Greenpeace. Son a la vez causa y efecto del calentamiento global. Han inaugurado un círculo vicioso que los gobiernos deberán intentar romper pronto si no quieren dejar escapar la última oportunidad para frenar el cambio climático, que exige el recorte drástico y acelerado de las emisiones de CO2 en la próxima década.

La combustión de los grandes fuegos está emitiendo un volumen descomunal de gases de efecto invernadero y al tiempo arrasa los bosques y montes que, junto a los océanos, son los sumideros naturales fundamentales que cada año neutralizan y retiran millones de toneladas de CO2 de la atmósfera. Pero es que justo la aceleración del cambio climático es la principal responsable de la multiplicación de los incendios rápidos, extensos e incontrolables (los superincendios), nacidos y alimentados por las frecuentes olas de calor y la sequía del suelo, y que, además, causan millares de muertos e inmensas pérdidas materiales.

Los superfuegos que en 2019 arrasaron decenas de millones de hectáreas de Rusia a Brasil, pasando por Indonesia, Australia, Canada, Estados Unidos, Israel, Líbano o Congo, lanzaron a la atmósfera, según las últimas mediciones realizadas por el servicio de vigilancia de los satélites Copérnico, 6.375 millones de toneladas de CO2, que son el equivalente a 19 veces los gases de efecto invernadero que España emite a lo largo de un año o la misma cifra de los que arroja la primera potencia mundial, EE UU, que a su vez son el 13% de los generados por todos países. Estos son los datos a 30 de noviembre, cuando faltan aún 30 días para terminar el año y siguen activos varios de los grandes fuegos que en el último mes han arrasado en Australia una superficie forestal similar a tres veces la de Líbano, en la primavera más seca y la segunda más cálida de su historia.

Mónica Parrilla, la responsable de la campaña de incendios de Greenpeace, comentó que el origen concreto de los superfuegos es variado, pero que todos tienen algo en común: «El cambio climático agrava las condiciones de su propagación, ya que amplía los periodos de riesgo y el impacto de los eventos». «Estos incendios devastadores son el presente y el futuro; es necesario actuar si no queremos ver las peores catástrofes», avisó.

Solo en Siberia el fuego arrasó en agosto pasado una superficie forestal que duplica el tamaño de Austria y lanzó más gases de efecto invernadero que Arabia Saudí en un año

El informe del grupo ecologista recuerda, por ejemplo, la situación, en agosto pasado, en algunas ciudades rusas, que describe como «casi apocalíptica». Una neblina tóxica las cubrió por completo como consecuencia de los incendios en Siberia, que arrasaron 16 millones de hectáreas (un área de casi el doble del tamaño de Austria) y generaron más de 500 millones de toneladas de CO2 (las emisiones anuales de Arabia Saudí). Cuatro provincias rusas tuvieron que declarar el estado de emergencia. Este tipo de incendios, aclara Parrilla, «son especialmente peligrosos para el clima, ya que producen carbono negro (derivado del hollín), que se deposita en el hielo del Ártico y acelera su fusión».

La Amazonía también ha vivido un año particularmente duro. En Brasil, con datos de septiembre de 2019, la superficie arrasada por los incendios alcanzaba ya los 5,8 millones de hectáreas, con una emisión de gases de efecto invernadero de 969 millones de toneladas, más que la generada por toda Indonesia. En la zona boliviana, el desastre fue semejante. Entre julio y octubre de 2019 ardieron más de cinco millones de hectáreas.

Indonesia, de hecho, también batió este año todos sus récord. Hasta mediados de septiembre los superincendios arrasaron más de 1,64 millones de hectáreas de bosques y turberas y emitieron aproximadamente 708 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, más que toda Corea del Sur.

Delincuencia ambiental

«Los incendios que asolan bosques primarios como la Amazonia, las selvas centrales africanas o los bosques en Indonesia tienen un origen común: quemar para ampliar territorio para la expansión ganadera o para cultivo. El cambio climático agrava estos incendios, pero también lo hacen las políticas que no combaten la deforestación y no persiguen los delitos ambientales», denuncia la portavoz de Greenpeace.

En California los grandes fuegos de finales de octubre no causaron ni de lejos los daños climáticos y medioambientales de los casos precedentes, pues sumaron unas 31.000 hectáreas destruidas, pero sí fueron un claro ejemplo de los desastres para la humanidad cada vez más repetidos por el calentamiento global. Provocaron la evacuación masiva de 200.000 personas, con cortes históricos en el suministro de luz y destruyeron más de 370 viviendas.

Los superfuegos también han llegado a España en los últimos años. Este año será el quinto peor del decenio, aunque muy por detrás de los catastróficos 2012 y 2017. De los 10.717 fuegos forestales detectados desde enero, 14 grandes incendios son los responsables del 41% de todos los bosques y montes quemados en el ejercicio. El más devastador, un superfuego de libro, fue el de Valleseco, en Gran Canaria, que quemó más de 10.000 hectáreas y provocó la evacuación de 10.000 vecinos de la sierra.

Greenpeace avisa que aunque es fundamental tener buenos equipos y planes contra incendios, los superfuegos solo se pueden vencer desde la prevención, pues cuando están en marcha tienden a ser incontrolables. Recomienda campañas de concienciación para reducir negligencias y desterrar el uso del fuego como forma de gestión económica en el mundo rural, una persecución penal eficaz de los fuegos provocados, y la limpieza permanente de bosques y montes atestados de materia vegetal seca por el aumento de olas de calor y sequías.

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