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Ana Polvorosa y Eduardo Casanova, durante el rodaje de 'Silencio'. Viva / Efe

Eduardo Casanova

Director y guionista
«'Silencio' es mi obra más asequible, pero eso no quiere decir que me haya domesticado»

El autor de 'La piedad' se acerca por primera vez a la comedia en su primera serie, una historia de vampiras con la que traza agudos paralelismos con los enfermos de sida

Iker Cortés

Madrid

Lunes, 1 de diciembre 2025, 00:43

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Audaz, inquieto e inclasificable. Son tres adjetivos que le vienen como anillo al dedo a Eduardo Casanova (Madrid, 34 años). Después de romper todos los esquemas con sus dos primeros largometrajes, 'Pieles' y 'La piedad', y de emocionar al público más 'underground' con su primer documental, 'Al margen', el director, guionista y actor se lanza a crear 'Silencio', su primera serie, disponible en Movistar Plus+ a partir del 1 de diciembre, Día Mundial del Sida. Estructurada en tres capítulos de apenas veinte minutos de duración y protagonizada por María León, Ana Polvorosa, Leticia Dolera, Lucía Díez y Mariola Fuentes, la ficción sigue los pasos de una familia de vampiras, desde el siglo XIV hasta el año 2066, en una historia que traza agudos y sugerentes paralelismos entre sus personajes y las mujeres enfermas de sida.

-¿Cómo está?

-Pues bien, mira, a tope con la promoción y agotado, pero justo ahora encontré un momentín de calma porque tenía media horilla y me he puesto a podar una planta que tenía pendiente. O sea, que dejo las tijeras y ya estoy contigo (la entrevista fue realizada por teléfono).

-¿Se pone muy nervioso con los estrenos?

-Me da pena ya no ponerme tan nervioso, la verdad. Cuando estrené mi primera peli, una persona muy importante para mí en ese momento me dijo que lo disfrutara mucho porque primera película o primer proyecto solo hay uno. Y no lo disfruté. Me acuerdo porque esa frase me la dijo en un hotel increíble en Berlín cuando estábamos estrenando 'Pieles' en la Berlinale. Y ahora que ya he rodado cuatro pelis y estreno mi primera serie, más que nervios estoy como en un modo trabajo. Sí está la ilusión, pero no están esos nervios. Se ha convertido todo más en trabajo. Es un poco triste lo que te acabo de decir, ¿no?

-Bueno, tiene lógica, al fin y al cabo es su profesión.

-Es mi profesión, y también creo que hay una parte positiva de empezar a entender, y llevo trabajando desde los 12, esto como lo que es, una profesión en la que nos dedicamos a hacer cosas para entretener, para divertir o para concienciar, en algunos casos, al público, que es a quien nos dirigimos. Al principio es todo más como para alimentar el ego, luego te das cuenta de que se trata de más cosas, y de ego también.

-¿Qué resortes mentales le llevaron a crear 'Silencio'?

-Bueno, el resorte de ponerme a escribir es continuo. Lo hago en todo momento y es mi forma de expresarme. Doy la sensación de que me explico muy bien cuando hablo, pero la verdad es que cuando yo me explico bien es cuando me pongo a escribir, ahí es cuando siento que estoy diciendo exactamente lo que quiero y como quiero decirlo. Así que nace de ahí y de rescatar del cajón cosas de las que siempre he querido hablar como es el vampirismo. A mí el cine de vampiros me ha gustado muchísimo siempre, y es curioso porque parece que está como de moda, aunque la empezamos a rodar y hacer cuando ni 'Nosferatu', ni 'Drácula', ni todas estas series y películas que están saliendo actualmente se estaban haciendo. Me apetecía mucho hablar de vampiras.

-¿Cómo fue organizando la estructura? Porque son tres capítulos, cada uno en una época distinta, pero que van autorreferenciándose y saltando atrás y adelante en el tiempo.

-El primer planteamiento fue: voy a escribir una historia por cada época. Voy a escribir en el año 1350, con la peste bubónica, una historia, en el futuro, otra historia, y en el pico álgido de la pandemia del SIDA, en el 86, otra historia. Cada uno podría funcionar como un capítulo solo sin problemas, pero me di cuenta de que narrativamente funcionaba mucho mejor si echábamos en la olla las tres épocas y las mezclábamos y saltábamos de una a otra, porque explicaba muy bien la evolución o, más bien, la no evolución del ser humano respecto al silencio. El ser humano siempre ha tenido que guardar silencio para no ser rechazado y, en concreto, con la pandemia del VIH y del sida.

-El miedo al estigma.

-Sí. El estigma surge de la falta de información, que provoca rechazo, y ese rechazo lleva a las personas seropositivas a guardar silencio por miedo y es precisamente de lo que habla la serie, de la necesidad de muchas personas de romper ese silencio y de gritar, porque vivir en el silencio es parecido a vivir en una mentira continua, en el fingir, en el estar escondido, algo que creo que no se merece nadie, y muchísimo menos por una enfermedad. Nadie es culpable de tener una enfermedad. Pero lo que quiero dejar claro es que todo esto da como resultado una serie rápida, de 20 minutos por capítulo, que es perfectamente consumible y pura comedia.

-Es que el comienzo, con esas cuatro vampiras conversando en una mesa camilla, es divertidísimo.

-Por eso te hablaba de la importancia y el poder que tiene para mí la escritura. Cuando tú escribes, es como cuando te miras a un espejo después de haberte dado un golpe, que puedes medir el tamaño de la herida, y dices, hostia, me da un hostión o, pues mira, no ha sido para tanto, estoy bien entrenado. Cuando escribes pasa lo mismo, y cuando terminé 'Silencio' y la vi, dije, qué fuerte, he escrito una comedia. Eso también refleja el momento en el que me encuentro yo, de transición, de hablar para un público más amplio y de hacer reír y entretener, que es lo que me apetece a mí como espectador y como autor. Creo que es también lo que el público necesita para entender este conflicto tan pesado desde un lugar mucho más fácil y divertido.

Tres fotogramas de la ficción.
Imagen principal - Tres fotogramas de la ficción.
Imagen secundaria 1 - Tres fotogramas de la ficción.
Imagen secundaria 2 - Tres fotogramas de la ficción.

-¿Diría que es su obra más asequible? ¿Se ha domesticado?

-Es mi obra más asequible a nivel del público, pero esto no quiere decir, en absoluto, que me haya domesticado. A mí no me domestica nadie, me domestico yo a mí mismo, cuando mi cuerpo y mi edad me lo van pidiendo, y sobre todo cuando me enfrento a escribir un guión que habla de unas cosas o de otras. Cuando estamos hablando de un tema tan universal y de un conflicto tan importante como es la pandemia del sida en los 80 o del VIH en la actualidad, hay que acercarse al público de una forma diferente a como yo me he acercado al público en otras de mis películas. Y también ese es el motivo por el que decido que sea una serie, porque son lo que más se consumen. Pero ese miedo que yo creo que tenemos todos a que, cuando vamos creciendo, te vas domesticando de alguna forma por el sistema, no me asusta. 'Silencio' es muy diferente a lo que yo he hecho antes, es comedia, es serie, es rápida, no es densa... No prevalece por encima de todo el color rosa, solo hay dos momentos en los aparece, pero eso no quita que la veas y la puedas identificar como algo mío. Yo creo que es una serie que te hace reír, pero que te toca el corazón.

-¿Por qué cree que el terror y el fantástico son tan buenos para tratar estos temas tan complejos?

-Siempre han estado unidos. 'Entrevista con el vampiro', con Tom Cruise y Brad Pitt, es una película de vampiros hombres, pero ya se dejaba entrever como que había una relación homosexual entre ellos. Yo creo que el terror y el cine de género tiene una cosa que no tienen los demás géneros y es la de provocarte emociones que no te provoca el drama, que no te provoca la comedia, que es un acto reflejo físico, el saltar de la butaca o el taparte los ojos, y eso engancha al público, pero también creo que el público está cansado del cine de terror que solo pretende dar sustos. Yo creo que el público lo que necesita es ciencia ficción o género de terror que cuente más cosas, género que te haga reír o género que te hable de algo social, porque lo envuelve todo con una estética que es hipnótica, que es como la luz blanca que atrae a las moscas, que no puedes apartar la mirada de la pantalla, pero a la vez te está contando cosas que también te están interpelando. Porque alguna forma, más allá del VIH, todos estamos silenciados porque vivimos en un mundo en el que hablar a veces sale demasiado caro.

-Por el camino, se carga varios mitos fundacionales sobre los vampiros: la idea de que pueden convertir a alguien en un igual o la que la luz del sol acaba con ellos. ¿No le dio reparo?

-No porque la ficción está para eso, para reinventar. No existe un libro donde te diga que pueden y que no pueden hacer los vampiros. Cuando yo analizaba la figura de la vampira, no la veía como un monstruo, la veía como alguien profundamente desgraciada y pocas veces nos habíamos parado a empatizar con la figura de la vampira o del vampiro en la ficción. Se ha hecho con Frankenstein, que se le humaniza y te llega a dar pena, o con otros monstruos, pero no con los vampiros, y menos con las vampiras, que las vampiras son un objeto sexual o las malas al servicio del conde Drácula. Al final son personas que viven en la oscuridad, que no les puede dar el sol, que necesitan sangre humana para vivir, es decir, que tienen que matar, y eso ya las convierte directamente en asesinas. Y había que romper muchos tabúes respecto a las vampiras, porque como la serie establece una metáfora con las mujeres con VIH, también había que romper esos tabúes que en el caso de las personas con VIH son reglas que no te puedes saltar y que son reales, como que por ejemplo con el VIH, si tomas una medicación, te conviertes en una persona intransmisible, es decir, no hay posibilidad ninguna de que tú transmitas el virus, por tanto nuestras vampiras no podían transmitir el vampirismo por mucho que mordieran. Y luego también yo creo que es un ejercicio interesante intentar humanizar todos los personajes. En todas mis películas no hay un personaje que sea malo, per se. Yo no creo en los antagonistas. Yo creo que el antagonista siempre es el silencio, la sociedad, el sistema, pero no los personajes, por muy monstruosos que sean.

«Yo no creo en los antagonistas. Yo creo que el antagonista siempre es el silencio, la sociedad, el sistema, pero no los personajes, por muy monstruosos que sean»

-El maquillaje es tan brutal que cuesta reconocer a las actrices que hay detrás.

-Sí, es muy fuerte porque tengo la suerte de tener un reparto increíblemente popular y mainstream, Omar Ayuso, Ana Pulvorosa, Leticia Dolera, María Las Fuentes, Lucía Díez... Pero no se reconoce a ninguna, es como un poco frustrante. Yo lo llevo diciendo toda la promoción: quiero que se haga un juego de 'Quién es quién' del 'Silencio'. En concreto pasa con Ana Polvorosa porque es que a Ana ni se le reconoce la voz cuando hace de vampira anciana. Fue todo una fantasía y un 'via crucis', no te voy a engañar. Es el proyecto más ambicioso y más complejo de maquillaje que he hecho y me atrevería a decir que es el proyecto más complejo y ambicioso que se ha hecho en la ficción española de maquillaje y es mérito de Óscar del Monte, que no se conforma con poner unos colmillos y ya está. Llevan la cara completamente tapada, no hay nada suyo, los ojos son lentillas y las manos tampoco son suyas, con esos dedos que miden casi 50 centímetros... Y claro, cuando te enfrentas a ver eso en la vida real dices hostia, ¿dónde están las actrices? A mí me parece sorprendente cómo han conseguido las actrices dar vida a esos muñecos y llegar a la emoción. De hecho, pasaba una cosa muy curiosa. Terminábamos la secuencia y alguna actriz me decía: «Jo, me he emocionado mucho con esta toma». Y yo decía: «Ay, pues no se ha visto la lágrima». Pero claro con las lentillas no salían y cuando se las quitaban empezaban a chorrear. También es muy simbólico porque es un poco la realidad de las personas que viven silenciadas a día de hoy con el VIH, de llorar en silencio o de esconderse y eso también las ayudaba a interpretar a estos personajes tan silenciados.

-¿Complicaba mucho el rodaje?

-Cuando te enfrentas a un proyecto así, se hacen pruebas de cámara y de maquillaje para ir viendo el tiempo que tardas en maquillar a cada actriz, que eran siete horas y cuatro maquilladoras por persona, pero hasta que no llegas el primer día no te imaginas cómo va a ser. Ellas ya llegaban agotadas. Pero es que el primer acababa con Maríola Fuentes durmiendo como una vampira, colgada boca abajo, ya todos disociados, loquísimos, que no sabíamos ni lo que estábamos haciendo. Mariola andaba con la silicona de las prótesis, las lentillas, los dientes, los dedos, puesta en un vestido diseñado por Manuel Bolaño, que es alta costura, hecho 'ad hoc' para la serie, y había que ponerle un arnés y colgarla boca abajo y subirla como un salmón. Y sucedió una cosa muy graciosa que es que el ayudante de dirección, muy nervioso, pegó un grito diciendo: «Por favor, silencio, tengo a una mujer con la cara llena de pegamento, colgada boca abajo». Yo creo que ese humor, que esas cosas tan fuertes que vivimos, de dureza, pero también de comedia, se reflejan luego en la pantalla. A día de hoy es muy difícil rodar cosas así sin acudir a la inteligencia artificial o al CGI. Creo que el público agradece que lo hagamos de forma artesanal.

-Me dijo durante la promoción de 'La piedad' que la película casi había acabado con su salud. ¿Ha aprendido a poner límites?

-Este trabajo desgasta muchísimo, eso es inevitable, pero sí, efectivamente he aprendido. Todo lo que sucede conviene y he aprendido a poner límites y a tomarme las cosas con muchísima más calma y eso se refleja en 'Silencio' también. Si no, no hubiese salido nunca una comedia, hubiese salido pues una película más dramática que no venía bien ni para hablar del VIH de nuevo desde esa perspectiva, ni para hacer una película de terror que nadie pueda soportar porque sea insoportable a la vista de cruda. Sí, he aprendido a poner límites pese a que esta profesión es muy dura. Todas lo son y hay que aprender a ponerse límites a uno mismo, a saber hasta dónde hasta dónde te debes exigir. Creo que tenemos que reducir urgentemente la exigencia con nosotros mismos.

-Trabaja a menudo con presupuestos bajos. ¿Cree que eso juega a favor o en contra del proyecto?

-Bueno, a mí me ha jugado a favor porque en mis proyectos personales siempre trabajo con presupuestos muy bajos, pero cuando me ha tocado hacer algo de encargo, como por ejemplo la serie de Nacho Vidal, para Lionsgate y Atresplayer, donde había un presupuesto altísimo, los directores y directoras de producción se fascinan conmigo porque tengo la capacidad de estirar mucho el dinero y de rentabilizarlo. También yo he dirigido muchísima publicidad y muchísimas campañas que siempre tienen mucho dinero y se me da bien. Pero bueno, me he acostumbrado: es lo que tiene querer contar historias más diferentes que el público quiere ver y es que todo lo que se salga un poquito fuera de lo convencional pues tiene menos recursos. Pero yo tengo la capacidad de que las cosas luzcan bonitas y luzcan bien pese al presupuesto que tengan.

-Su serie llega justo cuando se acaba de estrenar 'Alpha', de Julia Ducournau, donde la cineasta aborda los efectos devastadores del sida, pero inventándose una enfermedad ficticia. ¿La ha visto?

-Pues mira, me muero de ganas por ver 'Alpha' porque me flipa Julia Ducournau, pero creo que es momento de dejar de inventarse enfermedades ficticias para hablar de la pandemia del sida y del VIH, que es una pandemia activa y viva a día de hoy. Y creo que hay que tratarla frontalmente y poniéndole las palabras que tiene que son VIH y sida y que es intransmisible para las personas que tienen medicación y que ha cambiado mucho todo. Creo que esa frontalidad a esta pandemia la ayudaría. Esto no quita que me muera de ganas por ver 'Alpha'. Intuyo que si Julia Ducournau ha hecho esta película y que la filmografía de mi admiradísima Carla Simón también está tocando el tema, tal vez quiere decir que se acerca dentro de poco una revolución donde muchas personas silenciadas con VIH a día de hoy empiezan a necesitar gritar por lo que son.

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«'Silencio' es mi obra más asequible, pero eso no quiere decir que me haya domesticado»