La boda de 'The Bear'
Crítica de televisión ·
Al principio creí que era la manera que los guionista habían encontrado de decirnos que iban a hacer exactamente lo mismo que en las tres temporadas anterioresAños después del infarto, papá se puso malillo el día de la boda de mi hermano pequeño. Fuimos a comer a un restaurante al que ... le tenemos cariño, uno de esos lugares en el que se fusionan recuerdos de vivos y muertos. Antes de que nos diéramos cuenta, los niños se tiraron al suelo y se metieron debajo de la mesa. Si la mesa era larga y blanca por fuera, por dentro era una cueva infinita donde cada primo se construyó su propia habitación. Al día siguiente, todos tenían piojos.
El infarto sucedió la madrugada de un 25 de diciembre. El móvil me despertó a gritos y creo que volé porque de pronto estaba en el hospital. Vi el amanecer por una ventana, con los puños apretados. Un médico salió y nos dijo que todo bien, que ya está, que lo iba a conseguir. Luego sacaron su camilla y la enfermera nos contó que antes de la operación les había hecho bromas, que era un señor muy gracioso. No he pasado más miedo en mi vida.
A veces recuerdo el reloj de mi mesita de noche, el de la Navidad del infarto. Tengo pesadillas con que vuelvo a despertar una y otra vez allí, como Bill Murray en 'Atrapado en el tiempo'. La cuarta temporada de 'The Bear' empieza con él, con Murray y el día de la marmota. Al principio creí que era la manera que los guionista habían encontrado de decirnos que iban a hacer exactamente lo mismo que en las tres temporadas anteriores. Que nos estaban engañando una vez más. Luego llegó el infarto, la boda y todo lo que me hizo llorar como si fuera mío.
En el restaurante de los Berzatto han puesto un reloj con una cuenta atrás y una amenaza latente. «Cada minuto cuenta». Pienso en el agobio que debe ser vivir con esa presión. Luego me doy cuenta de que no hay otra manera de vivir.
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