Más risas enlatadas en la 'era anti-Trump'

2017, ya será el año en el que regresamos a Twin Peaks y en el que volvimos a meter las narices en las vidas de Will & Grace (y Karen & Jack). Los 'reboots' se anotan un nuevo tanto tras conseguir otro elenco original completo, circunstancia que solo se había conseguido con 'Las chicas Gilmore', (casi) en 'Fuller House' y 'Prison Break'. Este último, aunque parezca olvidado, existió. No fue un sueño.

Esa irrealidad, lirismo o ilusión no es marca registrada de Antonio Resines ('Los Serrano'). Es la solución fácil de todo guionista atrapado sin salida. El que parecía -a ojos de los fans-, el principal obstáculo para el insuflar una segunda vida a 'Will & Grace', los guionistas solo han necesitado dos minutos para hacen borrón y cuenta nueva: el final cerrado del final de la serie no existió, y lo que no existió no es necesario justificarlo, ¡qué ingeniosos son los sueños de Karen!, reiniciando... o sea, ‘reboot(eando)’.

La nueva tanda de episodios de 'Will & Grace' nos ha recordado que las risas enlatadas no son monopolio de las comedias de la CBS –'The Big Bang Theory' o 'Mom'- y que, a pesar de la evolución de los géneros televisivos, al espectador no le importa que le sigan dictando cuando reírse. Los datos están ahí y la serie no solo arrasó en su primer capítulo sino que ya ha sido renovada para una segunda (décima) temporada.

Los personajes -y los actores que los interpretan- nos devuelven a aquellas escenas de máxima complicidad -allá por la cuarta temporada-, cuando la cotidianeidad era narrada en diálogos y réplicas a 180 revoluciones por minuto.

'Will & Grace' nunca fue la mejor serie (1998-2006) pero sí una de las más efectivas. Tuvo la virtud de darle al espectador lo que pedía: situaciones frívolas resueltas con más o menos gracia. Su diferencia respecto a otras tantas miles que brotaron en la 'era Friends' fue la introducción de personajes protagonistas homosexuales. ¡Que no era poco!

Ahora, sin abandonar su ADN –el mismo que el de cualquier sitcom made in USA- intenta introducir un componente político anti-Trump. No parece casual, el regreso de la serie se comenzase a fraguar tras el sketch-reunión-revival grabado con motivo de las pasadas elecciones americanas. Y del apoyo demócrata, claro. Y si por entonces no quedaban dudas, el primer capítulo las destierra, en sus chistes y en su escenario, la Casa Blanca.

Con la temporada de premios a punto de arrancar –Emmy al margen- será el momento de comprobar si 'Will&Grace' ha vuelto en tan buena forma como nos quieren hacer ver. El listón se lo marcaron ellos mismos. En su primera vida consiguieron un hito al alcance de muy pocos: sus cuatro actores recibieron uno (o más) Premios Emmy por sus interpretaciones.

No le fue igual de bien en los Globos de Orodonde, a pesar de acumular 27 nominaciones, nunca subieron al escenario. ¡Que se lo digan a Debra Messing que acumula 8 nominaciones –seis por 'Will&Grace' y dos por 'Divorcio en Hollywood'- y una estantería vacío en el baño de su casa.

Pero de lo que van sobrados es de agobios. Recién re-estrenados la cadena (NBC) ya les ha concedido segunda temporada. Un tiempo que debería de ser suficiente para convencer a Shelley Morrison de que haga un cameo estelar retomando su inolvidable papel como Rosario. O incluso una idea muchoa más loca, la que proponía Sean Hayes (Jack) durante la campaña de promoción: filmar un 'crossover' con los personajes de 'Friends'. Eso es pensar a lo grande porque, como reza el lema de 'Will & Grace': ¡Nunca es demasiado!

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