Vienen a por nosotros

El mundo se va llenando de gente así. Gente que empieza gritando por cosas que no deberían ser ni debatibles (por ejemplo, con quién se mete uno en la cama) y que sigue con otras que ya llevan instalados en casi todo el occidente sin debate alguno en décadas, como el aborto. Gente que sigue llenando el mundo de miedos (como eso de que a los niños les enseñan nosequé de sexo en el colegio, que aberración) y termina arrimando el ascua a su sardina, que es básicamente quedarse mandando. Porque de eso va todo: de que manden los buenos. O sea, ellos.

Unos ejemplicos de un lado al otro del mundo. Tenemos a los trumpistas en Estados Unidos subidos a los estrados que la deriva absurda del Partido Republicano les dejó ocupar. Como en el Supremo, por ejemplo, donde se cargaron toda la legislación federal sobre el aborto. Y ahora van declaradamente a por el matrimonio homosexual. O como en el Congreso de Missouri, donde acaban de prohibir que las mujeres parlamentarias aparezcan vestidas sin mangas. De esto último encontramos un eco en el otro lado del mundo, en Turquía. Ahí están a punto de meter en la Constitución una enmienda que favorezca el uso del velo en las mujeres, llevándose por delante lo poco que le quedaba de estado laico al país de Erdogan. Ya se sabe: la carne de mujer es pecaminosa.

Tenemos a un tipo en Rusia persiguiendo activamente a todo lo LGTBI con casi la misma saña con la que bombardea edificios de viviendas en Kiev. Y en Hungría a otro que ha ido masticándose su estado de derecho hasta hacer que uno se pregunte qué fue lo de que la UE era un club de democracias.

Al lado de todo esto, lo del PP y Vox en Castilla y León es casi un chiste, multiplicado por la torpeza política de la que hace gala, y no es la primera vez, Vox. Pero todo es agua del mismo manantial.

Vienen, pues, a por nosotros, seamos quienes seamos, siempre que no seamos exactamente como ellos. Conviene saberlo, porque de ese movimiento antiderechos en todo el mundo solo sale una cosa: la muerte de la libertad y la democracia.

Viene por Logroño un señor muy importante de la Unión Europea a decir que lo de Viñedos de Álava tiene mal plan: que sin el apoyo del Gobierno nacional, nada de nada. Lo cual es una buena noticia, aunque deje dos regustos amargos en el fondo de la boca. Uno, que depender de lo que diga el Gobierno nacional es un negocio de riesgo para La Rioja. Porque en la balance de los cambalaches, los chicos del PNV siempre tienen una arroba de más que poner en su platillo.

Dos, la confirmación de que esto de 'Viñedos de Álava' es la cortina detrás de la que se esconde la batería de verdad. En esto el PNV está haciendo como los rusos: mandar por delante como carne de cañón a los reclutas más torpes, para que los desguacen sin esperanzas antes de mandar el ataque de verdad.

Ese ataque ya tiene nombre, y será un consejo regulador propio para Rioja Alavesa. Y cuando Viñedos de Álava y sus esforzados reclutas de ABRA sean solo un recuerdo, ese dinosaurio seguirá en la habitación. Y ahí será donde los 'jeltzales' pondrán su peso y sus cañones. Veremos entonces.

Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que tener tres o cuatro muertos en la carretera por mes no era tampoco una cosa rara. De esos tiempos me llegaba el recuerdo triste cuando veía cómo, esta semana que termina, iban cayendo gentes. Llevamos cuatro víctimas mortales en el último mes, como en aquellos malos tiempos. El año pasado murieron 12 personas en todo el año, así que ya ven lo extraordinario de esta mala racha.

La pura estadística dice que en los próximos meses las cosas volverán a su ser. Pero no servirá de nada a quienes han perdido tanto en un fatídico segundo en una carretera. Por favor, tengan cuidado ahí fuera.