Urkullu no ha leído 'Patria'
Urkullu dice que no ha leído 'Patria'. Puntualizó, incluso, que tampoco ha visto la serie. Iglesias, seriólogo por excelencia del Consejo de Ministros y vicepresidente ... del Gobierno para más estupefacción, no ha hecho mención alguna en su twitter de la versión de la obra maestra de Fernando Aramburu. Imagino que bastante tiene con revivir cada día 'House of cards' y sentirse el Frank Underwood de Galapagar. El nacionalismo y la izquierda (y no sólo Podemos) echan paladas de tierra sobre el legado asesino de ETA y su derrota policial gracias, entre otras cosas, a la Ley de Partidos, que establecía con claridad democrática las rayas que no se podían atravesar y de la que el PNV y sus adláteres dijeron que iba en contra del pluralismo político. Y cuando ETA estaba muerta, el inefable PNV –y sus infinitos tentáculos– apareció para salvarla, para no deslegitimar los fines nacionalistas y excluyentes que les unen desde que la banda nació como una escisión de la rama juvenil del partido de Arana. No somos antifranquistas, somos antiespañoles, proclamaron en más de un comunicado –que ahora se borra– para barnizar su historia con no se sabe qué tinte legitimador. La Democracia derrotó a ETA, pero el regate corto de la política española ha impedido, como escribe Rogelio Alonso en 'La derrota del vencedor', la rotunda e incuestionable derrota de ETA en todas sus dimensiones. Es repugnante que se permitan recibimientos como héroes a asesinos, que se mantenga intacto el mismo discurso del odio de antaño y que la negociación que emprendió Zapatero (con Eguiguren y sus reuniones con Josu Ternera) y que desde 2008 asumió Rajoy, se denominara 'proceso de paz'. ETA no puso fin a su actividad armada por convicción. ETA segó la vida de casi novecientas personas, mandó al exilió a un número indeterminado de vascos, extorsionó, secuestró e intentó volar la Transición para imponer una Euskadi independiente con Navarra y el País Vasco francés constituida como una Republica Popular tipo la Rumanía de Caucescu. Ése es su legado, aunque Urkullu y Otegui no lean ni vayan a leer jamás 'Patria'.
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