El cáncer de todos
Las respuestas a los errores y los protocolos de atención a los pacientes deben mejorar en paralelo a los avances en investigación y terapias
«Es una plaga», tendemos a decir sobre el cáncer, porque están en minoría quienes no conocen a una o varias personas de su entorno próximo que ya han sufrido o sufren la enfermedad. Por eso despiertan tanto interés las noticias sobre avances para tratar estos procesos de proliferación de células malignas. Y por eso alarman tanto las que se refieren a fallos en el sistema de salud pública como el de Andalucía, donde no se informó a más de dos mil mujeres de los resultados dudosos de sus mamografías.
Con la palabra cáncer nos referimos a situaciones muy distintas. No es lo mismo un tumor encapsulado que una metástasis, ni que te lo diagnostiquen en grado uno o en grado cuatro, ni que sea operable o inabordable. Octubre es el mes de la prevención del cáncer de mama, el más frecuente en la mujer y uno de los más controlables y con mejor pronóstico, pero jamás es «como una gripe», frase muy desatinada como intento de estímulo. Extirpado el tumor y superado el posoperatorio, a menudo es necesario un tratamiento que deja secuelas o tomar durante años una medicación con efectos secundarios, y hay que estar siempre pendiente de las revisiones.
He seguido muy de cerca en Logroño el proceso de una pareja en la que ambos han pasado por cánceres simultáneos, ella de mama y él de colon. En el caso de la mujer, el Servicio Riojano de Salud (Seris) funcionó como un reloj. La paciente notó, «por casualidad», un bulto en el pecho once meses después de una mamografía del programa de cribado en la que no le apreciaron nada anómalo. El nódulo resultó ser un tumor de grado dos. Todo fue rápido tras acudir al centro de salud. Resumido: mamografía, ecografía, biopsia, resonancia magnética, diagnóstico y cirugía en el Hospital San Pedro, justo el pasado octubre; y después, radioterapia en el Cibir. Todo en cuatro meses. Y ahora, terapia hormonal en pastillas durante cinco años. «La nota para los profesionales, muy alta, y para la cirujana, un diez en destreza, disponibilidad y trato».
El caso del hombre fue muy distinto. Por antecedentes familiares, solicitó un test de sangre oculta en heces en el que dio positivo. En diciembre de 2023, una colonoscopia en el Hospital San Pedro reveló que tenía el intestino infestado de pólipos, la mayoría pequeños, pero un par de ellos muy grandes. Dos meses después, en una segunda colonoscopia, le resecaron el menor de los de mayor tamaño. La doctora del servicio de Digestivo que le intervino le informó de que le llamarían para la eliminación del nódulo «gigante», bien mediante una tercera endoscopia o por cirugía.
Durante los primeros meses de espera, Jose pensó que habría casos más urgentes que el suyo y dio por hecho que los tumores analizados eran benignos. En septiembre, pasado medio año y cuando se confirmó el cáncer de ella, preguntó por lo suyo. En la secretaría de Digestivo le dijeron que no había ninguna indicación de que tuvieran que llamarle. Pidió que lo revisaran. Aunque tuvieron que ser conscientes del error, no le hicieron la tercera colonoscopia hasta enero de 2025, once meses después de la anterior. Para entonces, el bulto grandón había crecido y degenerado, y el diagnóstico fue «cáncer de colon». El pólipo que le quitaron antes era precanceroso, pero nunca le avisaron.
En febrero le extirparon todo el colon derecho y el pasado junio terminó con la quimioterapia, pero aún batalla con las secuelas de un tratamiento que resultó muy agresivo. Durante todo el proceso, nadie le dijo que en la operación le habían detectado otro tumor en el apéndice que nada tenía que ver con el del intestino y que se eliminó también. Tuvo que ser el jefe de Oncología, que le vio en consulta en abril, el que se lo explicara. «Lo de este doctor es increíble. Hasta ha aprendido a dibujar y escribir al revés, para adaptarse al punto de vista del paciente que tiene enfrente, al otro lado de la mesa».
Un año para eliminar un pólipo intestinal que resultó ser maligno, y cuatro meses para obtener una respuesta de Atención al Paciente
Un mes antes de la intervención, presentó un escrito en el Servicio de Atención al Paciente para que investigaran el error, le notificaran el resultado y tomaran medidas que evitaran que les ocurriera algo así a otros enfermos. Tardaron 109 días en responder: «Hemos trasladado su queja a la jefa de Digestivo para que le conste su malestar y nos transmite que: lamentamos la demora en la citación por parte del Servicio tras la realización de la segunda colonoscopia». Ni una palabra sobre el motivo. Al menos pedían disculpas y le decían que «se han revisado todos los circuitos de citación pertinentes». Ojalá haya servido para eso.
Si los progresos científicos y terapéuticos para combatir el cáncer, por fortuna constantes, no van acompañados de mejoras en las respuestas a los errores y en los protocolos de seguimiento, información y atención al paciente, los avances no lo son tanto.