La mentira y manipulación política han alcanzado a la universidad. El cultivo de la desinformación y manipulación ha sido una constante histórica. Solo hace falta ... remontarse al Renacimiento para encontrar un famoso personaje símbolo de la manipulación y relativización de la moral para conservar el poder: Maquiavelo. Su conocida obra 'El Príncipe' ofrece evidentes coincidencias con la turbadora realidad actual, con una diferencia: hoy, el uso de las redes sociales es una contundente máquina de propagación de bulos y falsas justificaciones de hechos injustificables. Los políticos mienten descaradamente, véanse las justificaciones de Putin sobre la invasión a Ucrania, o las acusaciones de Trump al presidente sudafricano de permitir el genocidio blanco basándose en falsas informaciones no contrastadas, o las turbias acusaciones entre políticos para deteriorar la imagen del oponente, o las explicaciones de la injustificable ejecución de dos jóvenes el pasado jueves, sean judíos o de otra nacionalidad, y sea cual sea el origen de la mano que la impulsó (la divulgada o la real). Hemos llegado a un momento tal de crispación y manipulación política que cualquier hecho vale para defender una causa, por injusta que sea. Resistirse a las «verdades» oficiales supone enfrentarse al «establishment» que pretende afianzarse y continuar en el poder mediante ellas; la crítica racional se ha convertido en riesgo.
Véase lo que sucede a la más prestigiosa universidad mundial: Harvard, y otras de privilegiada posición como la de Columbia (Nueva York) por no seguir a pies juntillas las mentiras y adoctrinamiento del gobierno de Trump y aliados. Su posición y contribución a la ciencia y al progreso socioeconómico, tecnológico o político es contundente. Más de 100 egresados de Harvard son premios Nobel o más de 90 de Columbia, pero mantener su posición de independencia sin sojuzgarse a las mentiras y políticas «trumpianas» les está costando caro y contenciosos abiertos contra la tenaza gubernamental que comenzó recortando importantes partidas dirigidas a la investigación. Ahora prohíbe además a Harvard la admisión de alumnos y colaboradores internacionales en una escalada del conflicto que les enfrenta, mientras que la de Columbia, que había accedido a humillantes exigencias gubernamentales por mantener los fondos federales de investigación, es acusada de antisemita.
Aunque estemos en una era en la que la manipulación y la desinformación ganen partido en la política y diplomacia mundial, no nos dejemos convencer: el fin de algunos no justifica los medios. Es una lacra contra la democracia.
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