A pesar de la falsa esperanza que dieron las lluvias invernales y primaverales, con el aumento consecuente del caudal de los pantanos y la disminución ... de la preocupación por la reserva hídrica del país, la temperatura aumenta implacablemente. España y otros países europeos viven uno de los solsticios de verano más calurosos desde hace un siglo en un episodio canicular que no es inédito, pero que este año se produce con mayor precocidad e intensidad.
La canícula se ha apoderado del día a día desde mediados de junio, los termómetros enfilan temperaturas muy por encima de 30ºC de día (rozando los 40ºC) y casi 20ºC de noche, en un ascenso que los expertos estiman de 3,5ºC sobre la media habitual para junio en la última década. Pero lo preocupante es que no es un episodio aislado y pasajero, sino que en el último decenio las olas de calor se han multiplicado por cuatro y su duración crece a razón de tres veces por día y, según las previsiones, va a continuar siendo así. Preparémonos.
La incomodidad personal que produce el calor del que nos quejamos es algo nimio frente al verdadero problema subyacente ya que el fenómeno es un signo claro del cambio climático actual, acelerado por la actividad humana. Sus consecuencias negativas son cada vez más evidentes para la salud, la agricultura y la biodiversidad pero, frente a ello, la óptica colectiva parece estar nublada, negando aún su trascendencia. Los avisos científicos sobre sus consecuencias y medidas necesarias son acallados por falsas opiniones y políticas erráticas o de escepticismo climático como la encabezada por Estados Unidos, traduciéndose en una inacción colectiva y una falta de respeto de los acuerdos colectivos penosamente alcanzados, junto a un aumento del consumo mundial de carbón y petróleo.
La situación es compleja. La manipulación de sus causas, naturaleza y consecuencias por parte de algunos demagogos y populistas es fácil. La solución no pasa por la cómoda e inmediata instalación de aire acondicionado masivamente –muy lucrativa para algunos–, porque no resuelve el problema, genera mayor gasto energético y sume a los más frágiles y pobres energéticamente: personas mayores o personas en el umbral de pobreza, en una posición muy vulnerable frente al zarpazo caluroso.
Está en juego la habitabilidad del planeta, avanzar en su solución reclama comprender la situación, cumplir responsabilidades efectivas sin demora, y evaluar los costes reales que tiene la inacción climática.
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