Debo reconocer que para esta ocasión me ha ocurrido lo que rara vez sucede que no es otra cosa que el hecho de tener diferentes ... temas de los que me apetecía escribir. Los criterios para terminar seleccionando una cuestión para este espacio se concretan en dos pilares: 1. Que considere que tengo algo que decir 2. Que me mueva internamente lo suficiente para transmitir, o al menos intentarlo, determinadas emociones. Bajo estas premisas varios temas tenía sobre mi escritorio mental en el que paso horas dirimiendo conmigo misma. Ese tiempo destinado se entrelaza con escuchas de conversaciones ajenas en espacios públicos, analizando comentarios vertidos en grupos o chats privados de diferentes redes sociales, a través de los medios de comunicación y/o espacios de opinión, etc. Esta práctica me vincula con cientos de excelentes plumas, pena que la calidad de la impronta no se pegue tan fácilmente como algunas prácticas concretas.
A lo que iba. Estas semanas varias ideas han estado revoloteando ideando posibles oraciones, materializando metáforas o comparaciones adecuadas, evaluando si el uso irónico de determinado palabro podría llevar a malinterpretaciones... Sin embargo, no me terminaba de decidir. Había algo que me impedía tomar una decisión. Los temas que me suscitaban interés eran variopintos. Se los contaré: los sanmateos y su maravillosa gestión (aquí evidentemente se capta la ironía) y su uso político; la violencia mediática a tenor de una entrevista en un programa del corazón; la situación de Gaza y su uso político; la prohibición del hiyab en institutos riojanos y su uso político...
Se habrán dado cuenta, al igual que hice yo, que existía una variable transversal entre ellos. El uso político es lo que actualmente condiciona todo. Si analizan con cierta perspectiva lo que acontece a nuestro alrededor, los discursos imperantes, las ideas que hay de fondo todo llega al mismo desenlace: no importa qué se diga si no quién lo defienda. Todo se dicotomiza en cuestión de derechas y de izquierdas olvidándonos de que hay espacio para el consenso y que todo no es «ideología». Y, sí, lo pongo entrecomillado porque señoras y señores representantes de lo que la ciudadanía está siendo testigo dista, en muchos casos, de poder considerarse defensa de posturas ideológicas. Es la bronca por la bronca, el insulto sin respeto por las instituciones que les acogen ni por los cargos que ocupan, es la mentira o la manipulación o verdades a medias para buscar más daño en el enemigo. Porque este país esta volviendo a esa jerga belicista en las tribunas, pero, cada vez más, también en las calles. Con todo lo dicho, me niego a convertirme en una negacionista de la democracia y del civismo porque fuera hay cosas preciosas, hamburguesas, el fútbol, mi madre... mis amigos suman más que mis demonios y, aunque cueste creerlo, sigue habiendo más gente decente en este mundo, aunque la humanidad se empeñe en disimularlo.
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