Prudencia electoral
Editorial ·
Los candidatos harán bien en evitar vetos y exclusiones en la campaña para no dificultar los pactos que serán inevitables tras el 10-NDiario la rioja
Sábado, 2 de noviembre 2019, 12:03
Los candidatos a las elecciones generales no han podido eludir, en el inicio de la campaña oficial, el debate sobre las alianzas a las que ... estarían dispuestos o indispuestos tras el 10-N. Los partidos con más opciones de acceder a la Presidencia del Gobierno o de formar parte de la mayoría parlamentaria necesaria para ello se pronuncian con cautelas y una gran dosis de ambigüedad. Entre otras razones, porque su objetivo inmediato en este último tramo del período electoral es activar a sus votantes más fieles, pero tratando de mantenerse abiertos a los sectores de opinión que circundan ese núcleo prioritario. La inestabilidad política e institucional instalada en España interpela a los candidatos para que se muestren diáfanos en cuanto a la política de alianzas que querrían impulsar tras la cita con las urnas. Pero el bien de la transparencia requerida no se enfrenta únicamente a las tácticas electoralistas de la ambigüedad pretendidamente calculada. Entra en conflicto también con ese otro bien requerido que es la estabilidad y la gobernación del país. No se trata de óptimos incompatibles. Por eso ambos bienes emplazan a los candidatos y partidos que participan en la contienda a evitar un enconamiento de posturas. A no primar el interés electoral por diferenciarse mutuamente, ahondando la división, respecto a la necesidad imperiosa con que se encontrará el país tras el 10-N de asegurarse una fórmula de Gobierno duradera para los próximos cuatro años. La virtud exigible a los protagonistas de la liza electoral no tiene por qué ir más allá de la prudencia. Bastaría con que evitasen hacer un uso excesivo, mitinero, de prevenciones y vetos. Los candidatos están obligados a expresar sus intenciones con el máximo detalle. Pero, al mismo tiempo, es un acto de irresponsabilidad que se empeñen en cerrar puertas respecto a hipotéticos gobiernos de coalición, pactos de legislatura o acuerdos puntuales. Teniendo en cuenta que tras pronunciamientos que parecen contundentes, como los que trascendieron de los mítines de ayer, se descubren mensajes muy medidos en cuanto a su ambigüedad. Cuando los ciudadanos han sido convocados a dejar patente su voluntad política por tercera vez en seis meses y hay indicios demoscópicos de que el panorama resultante del 10-N podría ser similar al anterior, los partidos y sus líderes debieran asumir de antemano sus correspondientes responsabilidades para la gobernación del país. Sin exclusiones taxativas.
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