Érase una vez un planeta llamado Tierra, en el que un día de hace miles y miles de años surgieron los humanos. La aparición del ... homo sapiens la explican los científicos pero, para una escribidora de cuentos, es arduo de contar. El caso es que la humanidad fue poco a poco expandiéndose por todo el territorio vivible de este hermoso planeta que, el pobre, no sabía la que se le avecinaba cuando los sapiens se organizaron en tribus y cercaron sus territorios. El planeta veía cómo la humanidad se multiplicaba pese a los episodios de brutalidad que a lo largo de milenios la historia ha documentado. El uso de la violencia para resolver conflictos hizo que los más sapiens de los sapiens concluyeran, atónitos, que el hombre era un lobo para el hombre y un peligro para sí mismo.
Estos días el planeta recuerda lo ocurrido ochenta años atrás, es decir, ayer. Hubo entonces una guerra terrible iniciada por un señor con delirios de grandeza al que le gustaba mucho levantar el brazo derecho como si padeciera de rigidez dictatorial. Pretendía colonizar más territorios y las mentes de sus habitantes. Al señor de brazo inquieto y corto bigote le apoyaron quienes querían implantar un nuevo orden mundial, entre ellos, el Imperio del Sol Naciente. En el transcurso de aquella guerra el planeta sufrió mucho viendo que lo habían tapizado con millones de cadáveres y regado con océanos de lágrimas dolientes. Sin terminar de contar muertos, a las 8.15 del 6 de agosto de 1945, una bomba de 4,4 toneladas y 64 kilos de uranio enriquecido fue lanzada por un bombardero de EE UU sobre Hiroshima. La bomba, llamada Little Boy, acabó con la vida de 70.000 personas en un instante y decenas de miles en posteriores semanas, meses y años. Todo cuanto había en un radio de 3,6 kilómetros se volatilizó y se transformó en miles de millones de partículas vitrificadas, la ciudad se convirtió en arena de playa. Tres días después, otra bomba, esta vez de plutonio, cayó sobre Nagasaki. El resultado fue el mismo, miles y miles de muertos. Aquellos días el homo sapiens del planeta marcó un hito, demostró que tenía capacidad para autodestruirse.
Hoy tienen armas nucleares Estados Unidos, Rusia, Israel, Corea del Norte, China, Francia, Reino Unido, India y Pakistán. Cada vez que algunos bromean con usarlas el planeta se acongoja. Si piensan en los personajes que pueden pulsar el botón nuclear: Trump, Putin, Netanyahu o Kim Jong-un a cualquiera se le hiela el alma. El viejo planeta y cualquiera con dos dedos de frente saben que no hemos aprendido nada de la historia porque ni la conocemos ni nos interesa de tan listos como nos creemos. El homo sapiens ha evolucionado a homo stultus y los más stultus de los stultus parecen gobernar la Tierra. Demostrada la capacidad de autodestruimos sólo queda comprobarlo. Fin.
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