Muy afortunados podemos considerarnos los asistentes al concierto del gran tenor jerezano Ismael Jordi en Riojafórum, pues resultó una preciosa exhibición de canto de altura ... que evidencia su exitosa carrera internacional. Con un programa muy variado incluyendo ópera, zarzuela, canción italiana y española y hasta opereta francesa tardía (la que propició el enorme triunfo de Luis Mariano en París), Ismael Jordi nos pudo mostrar su dominio del sublime arte del canto, con una versatilidad estilística apabullante, una rica gama de matices y detalles, seguridad en los agudos, fraseo inmaculado, en fin, todo lo que hace del canto una experiencia emocionante e inolvidable.
Arrancaba el programa con L'ultima canzone de Paolo Tosti y el ataque de su primera frase 'M'han detto che domani' no pudo ser más espectacular, con una emisión poderosa, perfectamente proyectada, la voz corría brillante por la amplia sala del auditorio con una sensación de seguridad palpable. Al llegar a la bellísima frase 'Foglia di rosa, o fior d'amaranto' nos sorprendió con su bellísimo canto legato, su perfecta forma de apianar y sus emocionantes matices canoros, para coronar al final su 'Lina rammenta' con un refulgente y espectacular agudo y dejarnos suspendidos en el aire con la mezza voce final del 'foglia di menta'.
Esta exhibición de maravillas del canto se mantuvo incesante a lo largo del variado programa y aunque es difícil destacar alguna obra sobre otras, dado el altísimo nivel general, me emocionó la sensibilidad del Lamento de Federico de L'Arlesiana de Cìlea, me maravilló el mimetismo que consiguió con la voz y el estilo de Luis Mariano en 'Rossignol' de 'El cantor de México', me encantó la perfección total de 'Por el humo se sabe' de Doña Francisquita y, por supuesto, la sorpresa final del dúo de El Gato Montés 'Vaya una tarde bonita' con la presencia espléndida de la soprano navarra Andrea Jiménez, que también intervenía brillantemente en el dúo de 'La tabernera del puerto' que se ofreció de segunda propina.
El concierto fue muy generoso en su programa, al que se añadieron tres propinas que pudieron haber sido más si no fuera por las normas anti COVID.
El otro puntal del concierto, el pianista Rubén Fernández Aguirre, marcó también su sello de excelencia en los acompañamientos, marcando carácter en los ataques, plegándose a los fraseos del tenor y aportando redondez sonora a todas sus intervenciones. Sus 'Pinceladas líricas' de Carlos Imaz a piano solo resaltaron sus admirables cualidades pianísticas.
Y ahora tres advertencias poco agradables que me creo en la obligación de resaltar: no me parecen adecuados los protocolos antivirus de Riojafórum, especialmente la escasa distancia entre espectadores, injustificable en una sala tan grande y además pública. Otro detalle inaceptable es la entrada de espectadores en medio de la actuación de los artistas con evidente molestia una vez empezado el concierto, por muy alcalde que fuera uno de esos espectadores (este crítico hace unos años se tuvo que quedar fuera toda una sinfonía de Beethoven que ocupaba la primera parte del concierto).
Y, por último –y ya van muchas veces–, la odiosa coincidencia de tres conciertos el mismo día después de atravesar un desierto de dos meses sin ninguno programado (este recital coincidía con un atractivo concierto de órgano en La Redonda y con la actuación del Cuarteto Témpeli en el ciclo 'Logroño Suena').
¿Tan difícil es disponer un sistema de coordinación para evitar estas coincidencias?
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