Bienvenido sea este inesperado concierto de órgano que ha aparecido como exquisito boletus otoñal, dentro de la programación del Festival de Narrativas Cuéntalo (peculiar festival ... articulado en un montón de actividades multidisciplinares, multiformato y multitodo dedicado exhaustivamente a las narrativas sobre la muerte). ¿Y qué hace ahí un concierto de órgano y además dedicado a la muerte? La respuesta, deslumbrante, llegó de este extraordinario organista que es Juan Paradell Solé, con un inteligente y acertado programa ejecutado en pura excelencia.
Es una pena que no se pueda repartir programas de mano, porque las espléndidas notas redactadas por el intérprete sobre las obras del programa, a las que he tenido acceso, iluminan de forma admirable las respuestas que la música ha ido dando a lo largo del tiempo a la atormentada pregunta que ha acompañado desde sus orígenes a la humanidad: ¿Qué sentido tiene la muerte?
El programa comenzó con la brillante Fantasía en sol menor BWV 542, un desolador grito de dolor de J. S. Bach por la muerte imprevista de su primera esposa, María Bárbara, con la que tanta felicidad había compartido. A continuación, el propio Bach nos muestra la respuesta cristiana a la muerte en su Preludio-Coral BWV 622 (Cristo viene a redimir nuestros pecados y librarnos de la muerte) y el Preludio-Coral BWV 625 (nos narra la pasión y muerte de Jesús y su resurrección). La siguiente obra era la solemne Marcha Fúnebre de Felipe Gorriti, una muestra de cómo todos los pueblos del mundo prestan gran ritualidad a la celebración de la muerte, seguida de la dulcísima In Paradisum de Théodore Dubois, una visión esperanzada de una vida mejor después de la muerte. Proseguía con una obra fundamental en el repertorio organístico: el contundente Coral nº 3 de Cesar Franck, última obra compuesta justo antes de su muerte y verdadero testamento musical, que pone a prueba a todo organista. Completaba el programa la conmovedora Improvisación de Valentí Miserachs en el primer aniversario de la muerte del Papa Juan Pablo I y ponía brillante broche de oro a este magistral programa dedicado a la muerte el glorioso Final de la Sonata nº 1 de Alexandre Guilmant.
La enorme talla artística de Juan Paradell Solé quedó de manifiesto, además de por la confección de tan magnífico y oportuno programa, por la brillante ejecución de todas las obras, dando el sentido y la expresión más acertada a cada una. Dos piedras de toque formidables en la interpretación de Paradell fueron la Fantasía de Bach en deslumbrante digitación y el tercer Coral de Franck de una redondez superlativa. Tuvimos en La Redonda un extraordinario organista que hizo honor a su prestigiosa carrera internacional, con conciertos en los mejores órganos de todo el mundo y su larga titularidad en Santa María la Mayor de Roma y actualmente en la Capella Musicale Pontificia Sistina del Vaticano. Puso alto el listón y obtuvo sonoridades maravillosas del excelente órgano logroñés.
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