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La plazuela perdida

Concéntrico y la emoción

Lunes, 30 de junio 2025, 22:07

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En el mundo de las artes, especialmente las bellas, es vieja la polémica sobre qué puede considerarse arte y qué no. Aquel que dijo «las ... vanguardias están acabando con el arte» puede que no tuviera ninguna razón, pero encendió una mecha que no deja de producir chispullas. Quién no ha escuchado, o dicho, alguna vez: «Esto no es poesía», «Esto no es arte», «Esto no es...». Si en algo puede haber consenso es en que la importancia de una obra artística se mide por la emoción que es capaz de producir, aunque también esto requeriría alguna precisión, pues no es lo mismo emocionarse con las vicisitudes argumentales de un folletín que con la belleza de las palabras unidas. ¿Se puede comparar la emoción de la adolescente que llora y grita frenéticamente, ante la presencia de su rockero favorito, con las silenciosas lágrimas que resbalan por la mejilla del anciano, al escuchar Nessun dorma, el aria de Turandot? Claro que la emoción no está producida solamente por el objeto artístico, sino también por la capacidad que tenga el sujeto de apreciar la belleza, en la que influyen tanto la sensibilidad genética como la preparación intelectual.

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