TDAH: una nueva mirada desde el ámbito educativo
Es urgente que reflexionemos como padres y como sociedad la calidad y el tipo de vínculo afectivo que estamos generando en torno a nuestros hijos
Javier Martínez Herce
Orientador educativo y maestro
Sábado, 29 de noviembre 2025, 21:33
Si hay un término que a lo largo de los últimos años está generando gran controversia en la sociedad es el del Trastorno por Déficit ... de Atención. En torno a él todavía confluyen muchos interrogantes aún sin resolver que contribuyen a alimentar el debate y en el peor de los casos a la patologización de un problema cada vez más frecuente entre nuestros niños y niñas. Casi a diario podemos constatar en las escuelas como muchas de las dificultades que detectamos en nuestro alumnado toman la forma del denominado TDAH y presentan sintomatología característica del trastorno.
Los síntomas referidos al mismo están bien definidos en los manuales de referencia de psiquiatría. Eso es lo que vemos, lo que nos pone en alerta y nos preocupa como padres y como profesionales; pero su origen, la causa de la aparición de los mismos, está en lo que no vemos. Y es ahí donde, como profesionales, debemos ser capaces de diferenciar entre aquello que vemos (la sintomatología) de lo que no vemos (la causa y el origen del mismo) que es lo que nos va a permitir realizar un análisis diferencial entre dos conceptos clave en este asunto: el 'Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad' y las 'Conductas Inatentas'.
Ambos comparten síntomas (alteraciones en el proceso de planificación y atención, niveles anormales de impulsividad, exceso de actividad...); pero mientras quienes consideran estos síntomas como indicadores de la existencia de un trastorno están aceptando implícitamente la base neurobiológica en la aparición de los mismos, los que los consideran como señales de la presencia de 'Conductas Inatentas' creen que esos comportamientos, esos síntomas, son una respuesta de la persona ante un malestar emocional sentido. Conductas defensivas, de protección, que se activan ante situaciones que el niño o niña vive como potencialmente incómodas o amenazantes.
Y en este sentido, es fundamental argumentar basándonos en estudios científicos para así huir de interpretaciones de los hechos basadas en suposiciones y en conjeturas con escasa base y fundamentación que en poco ayudan a centrar el foco en el verdadero origen del problema. Joseph LeDoux neurocientífico estadounidense fue quién en sus investigaciones para intentar comprender cómo el cerebro procesa las emociones, concluyó que es el cerebro emocional el principal desencadenante de determinado tipo de conductas que no son más que respuestas de protección, de defensa, ante el dolor psíquico sentido fruto de la acumulación de repetidas vivencias y experiencias negativas que van dejando huellas de sufrimiento y malestar emocional en las personas que las sufren.
Sería necesario valorar las situaciones psicosociales que rodean a los niños como una de las variables más importante que actúan como desencadenante
Buena parte de este sufrimiento y malestar acumulado en los niños está asociado a la escuela y los aprendizajes, ya que la interacción con los mismos está mediatizada y condicionada por multitud de variables, tanto personales como contextuales, que hacen que en muchas ocasiones la relación con el saber y la escuela no sea fácil. Esto nos ayuda a explicar cómo, en muchos casos, la desatención y la hiperactividad no son más que conductas defensivas, que escapan a su control consciente, que los niños desencadenan ante situaciones de aprendizaje, como puede ser la lectura y la escritura..., que ellos perciben como peligrosas y generadoras de malestar y que no tienen otro objetivo que defenderlos para evitar que tengan que enfrentarse a ellas.
Y por otra parte es urgente que reflexionemos como padres y como sociedad la calidad y el tipo de vínculo afectivo que estamos generando en torno a nuestros hijos. Estamos en una sociedad altamente competitiva, con estructuras y dinámicas familiares cada vez más complejas y marcada por prisas y urgencias de todo tipo. Entornos malsanos que someten a los niños a carencias, presiones y exigencias de todo tipo, que están teniendo una incidencia directa tanto en su bienestar emocional como en su salud mental. Por lo tanto, no es de extrañar que los niños estén acelerados, que les cueste centrar la atención...; es la manera que tienen de nombrar con el cuerpo el malestar que sienten dentro. El lenguaje emocional es el lenguaje del cuerpo. Y es así como nuestros hijos, nuestros alumnos y alumnas acaban atrapados dentro de un círculo vicioso de unos padres que desesperados por no entender lo que les pasa a sus hijos/as, buscan en el médico o en el psicólogo respuestas; alguien que de significado a los síntomas del niño/a y que muchas veces, mal interpretando la sintomatología, les diagnostican con un trastorno del que no existen marcadores biológicos ni morfológicos fiables y del que por lo tanto su origen orgánico es más que cuestionable. Eisenberg, pionero en la investigación del TDAH, sin negar su existencia, acabó reconociendo que es una enfermedad sobrevalorada. Asimismo el CIE 11, uno de los manuales de psiquiatría de referencia, no recomienda el diagnóstico de TDAH cuando aparecen trastornos afectivos.
Por tanto, sería necesario valorar las situaciones psicosociales que rodean a los niños como una de las variables más importante que actúan como desencadenante del mismo y abandonar, lo antes posible, esa tendencia a centrar en exceso el foco en los niños que nos está abocando a su hipermedicalización como una forma de compensar nuestras carencias. Medicándolos, podemos sentirnos al margen del problema y por lo tanto no creernos en la necesidad de cambiar determinadas dinámicas familiares y escolares que les aporten vivencias emocionales positivas que serán las que al final provocarán cambios en el cerebro emocional de los niños y posibilitarán la desaparición o disminución de estos comportamientos. Pero esto, es más costoso, lleva tiempo y nos renueve por dentro, haciendo que nos replanteemos y cuestionemos muchas cosas con respecto a la educación de nuestros hijos y de nuestros alumnos; y eso duele. Así que mejor les recetamos una pastilla.
Ojalá que después de unos años, todo esto no sea visto como una tremenda injusticia hacia ellos.
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