Hay estados de ánimo, situaciones en la vida, sentimientos, trastornos o aspectos de la personalidad que no terminan de existir y tomar cuerpo a menos ... que alguien los bautice adjudicándoles un sustantivo. Al hacerlo, al apalabrar lo que hasta hace bien poco carecía de nombre, al invocar una realidad que jamás lo había sido a falta de ese ingrediente, lo que se logra es que lo innombrado o innombrable emerja, adquiera consistencia o se materialice adquiriendo su correspondiente carta de naturaleza.
Eso, o algo parecido, es lo que he experimentado al descubrir la existencia de la expresión 'tsundoku', una palabra que desconocía y que, por lo visto, los japoneses llevan utilizando desde hace décadas para referirse a las pilas de libros que aguardan en los rincones o en las estanterías esperando turno para ser leídos. Su origen es fruto de la combinación de los términos 'tsunde - oku' (amontonar y reservar objetos) y 'dokusho' (leer).
Las razones que se barajan para explicar este hábito no están nada claras. Para algunos, este fenómeno es fruto de la misma lógica que está detrás de la compra compulsiva de prendas que jamás nos pondremos o de herramientas que nunca utilizaremos. Afirman que la adquisición de libros, tanto si se leen como si no, constituye un fin en sí mismo porque resulta gratificante, porque genera tantas endorfinas o una sensación tan placentera como la que se experimenta al obtener, previo pago, multitud de artículos que no necesitamos. Otros, sin embargo, señalan que las causas hay que buscarlas en elementos que no dependen tanto de nosotros como de circunstancias sobre las que no tenemos ningún poder de actuación. Dentro de esta categoría se encontrarían la falta endémica de tiempo, el ajetreo y frenesí en el que vivimos sumidos, y la incapacidad de asimilar la ingente avalancha de títulos que, año tras año, salen al mercado y que en 2023 superó los 87.000.
Por mi parte o por lo que me toca, soy de la opinión de que lo que subyace a esta actitud es simple procrastinación o una forma leve de disonancia cognitiva en la que el cerebro y la conducta van cada uno por su lado sin acabar de ponerse de acuerdo. Mientras la cabeza me dice que tengo que leer los libros que, durante varios años, he ido acumulando en una mesita ad hoc, que a qué estoy esperando para hacerlo, los hechos se declaran insumisos negándose a acatar sus órdenes o desviando su atención hacia otros rincones de la biblioteca. Este conflicto de intereses ha hecho que algunos de los volúmenes que adquirí con intención de leer hayan sido condenados a languidecer en un purgatorio del que ni yo mismo sé si podrán salir. Un confinamiento arbitrario e injustificado en el que, entre otros, figuran: 'Primavera silenciosa' de Carson, 'Relatos de Kolimá' de Shalamov, 'El camino y la montaña' de Pallis o una 'Antología de cuentos' de Voltaire.
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