Jamás he leído un manual de autoayuda. Bueno... en realidad nunca lo había hecho hasta que la pasada primavera uno de ellos cayó en mis ... manos. Se trataba, y se trata, de un libro editado en 2022 y que lleva la firma de un autor californiano nacido en 1987 llamado Ryan Holiday. El ensayo en cuestión, titulado 'La llamada del coraje', forma parte de un proyecto mucho más ambicioso consistente es la publicación de una serie de cuatro volúmenes consagrados a la divulgación de las virtudes defendidas por los filósofos estoicos (coraje, disciplina, sabiduría, justicia) y a especular sobre los beneficios sociales e individuales que se derivarían si su aplicación se generalizara en las sociedades desarrolladas.
Al principio, cuando uno se adentra en las páginas y capítulos de este artefacto no sospecha lo que está por venir, pero a medida que las hojas van pasando descubre que las referencias cultas o las reiteradas apelaciones a algunos autores grecorromanos son un trampantojo. O una artimaña empleada para ocultar que lo que tenemos entre manos desprende el mismo tufillo que los manuales de autoayuda o, lo que es mucho peor, que los de management, y que su autor, como tantos otros antes que él, se vale de los clásicos para revestirse de una autoridad de la que no parece andar muy sobrado. Dicho de otro modo, Holiday no solamente trata de demostrar que es el alumno más aventajado de su clase, sino que, además, se apropia de la marca filosófica de la que hace bandera para convertirse en una especie de gurú o consejero capaz de infundir sensatez estoica o poner un poco de orden en el caos en el que vivimos sumidos. Por ese motivo, los capítulos del libro son como píldoras, breves, eficaces y fáciles de leer, y contienen decenas de parábolas o de situaciones, aparentemente, reales protagonizadas por toda suerte de celebridades tanto del pasado como del presente. Ni que decir tiene que las segundas son muchísimo más numerosas que las primeras y que buena parte de aquellas forman parte del imaginario y de la cultura popular anglosajona – desde John Adams hasta Florence Nightingale pasando por Frank Serpico–, lo que demuestra que el ensayo está orientado preferentemente al mercado anglosajón y que la grandilocuencia, las frases motivacionales, las consignas y eslóganes que trufan el texto no están ahí por casualidad.
A tenor de lo señalado, tengo la impresión de que lo peor que le puede pasar a la obra de cualquier filósofo o escuela filosófica no es que caiga en el olvido, sino que se banalice hasta el punto de convertirse en una tendencia o en otra mercancía más o, llegado el caso, se manipule, desvirtúe e instrumentalice con el fin de que se acomode a nuestros deseos, convicciones y necesidades contemporáneas. Para buscar inspiración, conocimiento, sensatez o consuelo más vale acudir a las fuentes que correr el riesgo de caer en manos de intermediarios, exégetas, impostores y vendedores de humo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión