Bueno, pues ya está, que nos hemos separado de Inglaterra, digo yo. Mi Maite, que ha venido desde la verde y tranquila Vitoria con esa ... catedral tan sorprendentemente explicada, me matiza: «Cariño, que se han separado ellos; redáctalo de otra manera, que quien te lea va a pensar que no hojeas ningún periódico o no ves un solo telediario o no estás al tanto de la más mínima y sabia tertulia». Yo sonrío y sigo adelante tan tranquilo; como Boris Johnson, sé lo que me digo, aunque con bastante menos responsabilidad que él.
Como estamos en invierno, de vez en cuando a la Madre Naturaleza se le ocurre concedernos unas jornadas primaverales que a los de pueblo nos permite pasear por los campos que llegan hasta nuestras casas, a la manera del mar en el delta del Ebro y en la zona de Levante hace unos días, mientras que en otros asistimos al revoloteo del bochorno que no deja rincón sin revocar. Quiero decir que, aunque Gran Bretaña se ha ido y todos sabemos cómo ha sido, el tiempo no ha cambiado, sigue imperturbable: calor en verano y frío en invierno, algo parecido a lo que ocurría en tiempos de Robin Hood.
Parece que los ingleses, con eso de que viven en una isla donde cabe casi tanta gente como en el Bernabeu en partidos de Champions, tienen vocación de navegantes solitarios como san Borondón y se lo han pasado bomba a lo largo de la historia emprendiendo nuevos cruceros, atracando (¿atacando?) puertos e inventando nuevos países. La realidad es que no les ha ido tan mal desde hace quinientos años; en la época de los imperios casi siempre han logrado excelentes marcas en las empresas económicas porque acertaron a colocarse en buenas posiciones ya desde las salidas.
A mí no me caen mal. En materia musical los encuentro divertidos y avanzados -recuerden a los Monty Python- y, además, con eso de que dominan bastante, han logrado hacer de su idioma un tesoro internacional, aunque los riojanos y navarros de estas zonas nos hemos adelantado a ellos en la pronunciación del ches y cuacho. Quién sabe, acaso por eso mismo los numerosos jóvenes provenientes de estas tierras que navegan en esa isla les van a caer mejor a los del bréxit al enterarse de que somos pioneros en esa maravillosa pronunciación.
Así que no se inquieten ustedes por el futuro de sus retoños y del resto de españoles en Gran Bretaña. Ahí están bien. Peor irían con el Cameron, uno de cuyos guardaespaldas se olvidó el otro día la pistola en un baño (de avión, me parece). Vaya líder, que confía su seguridad a tales subalternos. Ahora sí que me voy a Inglaterra. Amanece, que no es poco; gracias, José Luis.
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