Quizás porque mi anterior columna no era tal sino la purga de mi corazón (perdón por citarme), muchos amigos la entendieron en clave de tristezas ... y abatimientos, cuando era, más bien, un alegato a la esperanza y a ese optimismo antropológico que practico y cultivo, y que algunos pueden confundir con resiliencia o, los más mezquinos, con mera ingenuidad. Mi tesis en ese escrito trataba de asimilar con serenidad un pasado para afrontar un futuro incierto viviendo un presente lúcido. Y esa es la idea que captó mi amigo Guillermo, que lo mismo te cuadra una Excel con una fórmula mágica de maestro Merlín, que te escancia una sidra con artes asturianas sin serlo (o siéndolo en el corazón) como que te trae en el momento más adecuado a Sabina. Con Sabina, cantante, trovador, poeta, bribón entrañable que ha sabido exprimir cada día hasta los posos, eso pasa mucho, que oímos sus canciones y vuelve esa vida que dejamos atrás, pero con el regusto delicioso de la experiencia.
'Más de cien mentiras' es la canción que, con esa cadencia ronca de don Joaquín, nos recuerda la cantidad de cosas que tenemos en el aquí y el ahora para afrontar la vida, darle una vuelta a todo y seguir adelante. Y nos canta que tenemos memoria (en la que el pasado se nos puede volver amable); tenemos amigos, risas y bares (donde encontrar a los amigos y las alegrías); tenemos dudas, que nos llevan a garitos (que son esos bares predilectos de nuestras noches más intensas); tenemos trenes que cogemos por los pelos (en los que vemos la vida pasar mientras leemos una poesía mirando por la ventanilla y nos vamos alejando de amores que casi nos matan); los silencios que tenemos (sin tabaco y mejor con tu pareja viendo el horizonte en Venecia, Manhattan o en un rincón de la sierra de Cebollera); tenemos las revoluciones (y me quedo con la memoria de Pepe Mujica, su decencia, su resiliencia o su feliz ingenuidad); tenemos locuras y deseos (que a veces nos ofuscan la mente y nos complican la vida); tenemos la vida en el barrio (los vecinos que saludamos, el bar y la carnicería); tenemos los ojos que nos miran y los brazos que nos envuelven (para calmarnos y apaciguar los miedos, que también llegan, o agradecer otro día); tenemos nostalgias e insolencias (que nos permitimos a veces porque las compensamos con esperanzas y perdones); tenemos barbacoas humeantes y viernes de vinitos blancos y conversas (y lunes, y martes y miércoles....); tenemos los libros y las palabras (que nos hablan, que nos cuentan, que nos dicen); tenemos Vargas Llosa (a pesar de todo) y a Mendoza (por todo); tenemos tardes de domingo cuajadas de fútbol y radio (el Betis, manque pierda). Y tenemos, como dice el maestro Sabina, cien mentiras que valen la pena, cien verdades que justifican cada jornada y que nos reconcilian con la vida. Tenemos un as escondido en la manga porque, al final, de lo que se trata es de pasar los días serenos, disfrutar cuadrando una Excel imposible que hay que mandar al FECYT y celebrarlo con una sidra bien escanciada escuchando a Sabina, entre canciones y amigos. Que son y están. Aquí y ahora.
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