El tardío combate del Estado de derecho, sus instituciones y la ciudadanía contra la violencia ejercida contra las mujeres ha ido descubriendo los distintos y ... estremecedores pliegues en los que el machismo más atroz trata de hacerse fuerte. De salirse con la suya, que no es otra que infligir el desgarro más doloroso a sus víctimas. Los hijos, la necesidad de protegerlos de un entorno de golpes y amenazas pero sin desligarlos de sus progenitores, ha constituido siempre una de las herramientas de chantaje emocional más afinadas y crueles de los agresores. Agresores a los que la sociedad llegaba a asimilar como buenos padres aunque pegaran e incluso mataran a las madres de sus hijos, un imposible a beneficio del maltratador que la propia laxitud de la ley amparaba. Ha tenido que pasar un tiempo infinito de padecimiento hasta que el sistema le haya puesto nombre –violencia vicaria– a esa venganza desgarradora que lleva a un hombre a destrozar a la mujer castigando, a veces hasta la muerte, a sus descendientes. El impulso por el Gobierno a una norma que hace delito esta vulneración de derechos y lo castiga de forma específica ha de contribuir a enjugar un vacío histórico y a blindar a tantas mujeres y a tantos niños.
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