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La chica estaba encadenada a una farola de la plaza del Mercado. Podría parecer una escena surrealista de película de David Lynch pero ya es ... algo cotidiano, una de esas rarezas repetidas que suelen ocurrir aquí, un sábado por la tarde en el centro de Logroño durante esta primavera que parece eternamente al borde de su comienzo. Alrededor de la chica pululaban sus amigas dando voces: se las reconocía con facilidad por las camisetas serigrafiadas y los vasos de plástico que se pasaban de mano en mano. La gente caminaba y las miraba con la ceja alzada de Ancelotti, con una curiosidad alegre porque, aunque parezca extraño, todavía hay quien no se ha cansado del circo de las despedidas de soltero; igual es porque acaba de empezar la temporada, no lo sé, el caso es que a pocos metros de allí, cerca de la calle Laurel, otra cuadrilla de chicos desplegaba su performance. Uno de ellos charlaba animadamente con una pareja de ancianos. Llevaba sobre la cabeza una especie de gorro de pescador y sostenía con las manos un cartón en el que se leía en grandes letras: «PIKITOS GRATIS».
Durante el confinamiento y la primavera muerta del covid llegué a echarlas de menos, pero claro, entonces la ciudad era una postal detenida y echábamos de menos todo, el murmullo de la vida en movimiento, los coches en doble fila y hasta a los niños gritando en el restaurante. Ahora las despedidas han regresado a Logroño, han vuelto puntuales a su cita estacional con la ciudad igual que las pelusas de los chopos o los peregrinos que siguen a las flechas amarillas en su ruta hacia Santiago.
Es un fenómeno cíclico y hay que comprenderlo así, pero chirrían dos cosas de este carnaval ambulante: que estos ejércitos sin general que desembarcan en Logroño como si la ciudad fuera una playa normanda se olvidan en ocasiones de que el resto de la gente no está en 'modo despedida'. La segunda es más profunda y más triste: que este delirio ya no es una locura espontánea que sucedió de repente cuando la fiesta se desbocó. Hoy meter a un amigo en una jaula, disfrazarse de plátano, llevar diademas sexuales o ir con bozal y correa haciendo pruebas por la calle es sencillamente 'EL PLAN', el guión establecido en uno de esos grupos de whatsapp que inundan los móviles de España bajo el nombre 'DESPEDIDA FULANITO'; desmadre organizado, pérdida de dignidad estándar por las calles de Logroño.
Estos fines de semana algunas zonas del centro se convierten en los «no lugares» que definió Marc Augé y que muchos logroñeses prefieren evitar. Aquel sábado otro grupo bailaba el trenecito por la plaza de San Agustín. Lideraba la fiesta la novia, e iban todas berreando la canción 'Que la detengan'. Los que estábamos allí miramos la despedida y por un segundo sentimos como un deseo el verso del estribillo.
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