Democracia maloliente
MEZCLADO, NO AGITADO ·
La interpretación de las leyes al antojo de los que ostentan el poder forma un guiso de digestión flatulentaE n los últimos años –contrariamente de lo que se deduce del dominante mensaje político–, no son los partidos de centro y derecha los menos ... democráticos, incluso ni el que acumula el epíteto de «extrema derecha», sino aquellos que se cuelgan el falso progresismo embaucador como bandera. Son éstos los que han ido acumulando deterioros más profundos, tanto en sus propias organizaciones como en sus acciones políticas, cargadas de puro cesarismo, y alejadas, demasiadas veces, de cualquier mínima decencia democrática. Y más lejos si cabe aún de su ideario, que se ha transformado igualmente en una filfa circunstancial, con la que jugar retóricamente para lograr el poder y sus prebendas. Y mantenerlo manipulando y mintiendo mucho.
Argumentos como «ser demócratas es expropiar» o «donde hay propiedad privada, hay corrupción», solo han servido y sirven para adornar arengas y captar votos ingenuos, pero también poder, como bien sabemos tras lustros de indecencia política. Aunque el colmo es cuando descubrimos la vida del palanganero autor de esos argumentos –sucedáneo vulgar del Marajá de Kapurthala–, que ha convertido su partido en un gineceo para su uso y disfrute; y del que sólo le falta que nos enteráramos de que entra a la voz de: ¡niñas al salón!, en recuerdo de aquel cine cutre, del destape, en la transición. Y cuya última deriva, y no la única ni la más prosaica, es haber creado una conspiración a cuenta del robo de una tarjeta telefónica, que le compromete a él mismo y no sólo a su «cándida» y despechada colaboradora, a la que dice quiso proteger en su inocencia –¡oh bendita bondad!– de la maldad de las cloacas del Estado. Y que éste, ayudado por los grupos mediáticos de la prensa «inquisidora y facha», lo que buscan es verle fuera del Gobierno. No caerá esa breva.
Sus procesos de elecciones internas, que terminan tantas veces en los tribunales con denuncias de manipulación y fraude, es otro ejemplo del capcioso y marrullero sentimiento que tienen de la democracia.
La interpretación de las leyes al antojo y conveniencia de los que ostentan el poder, y los partidos que les arropan, forman un guiso maloliente cuya digestión cada día resulta más flatulenta. Fiscalía y Abogacía del Estado, parte primordial de una democracia cierta, han sucumbido a las malas artes del poder político. Y al manipulador chantaje que ha coartado su independencia, sometiéndose a un vasallaje cuyo fin es la interpretación torticera de la Ley, acomodada al interés del Gobierno de turno, y que en estos últimos dos años ha llegado al paroxismo. Y como para muestra vale un botón, ahí tienen a los políticos sediciosos de Cataluña y a los Bildu-etarras de Alsasua, con privilegios y beneficios penitenciarios, que resultan repugnantes para cualquier persona decente.
Las urnas, afortunadamente, pasan factura: ahí tienen los resultados de Galicia y País Vasco. Lo doloroso es que ese electorado se cambia hacia opciones de una calaña más perniciosa, si cabe, contra la democracia. «Algo huele a podrido en España».
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