Los inicios son muy importantes aunque a veces puedan resultar engañosos: el Club Deportivo Logroñés empezó la temporada 1994/1995 empatándole al Betis en un ... buen arranque de Liga en Las Gaunas y al final acabamos últimos y bajamos a Segunda División. Lo relevante siempre es el final, y por eso habrá que ver cómo termina este curso el Gobierno que ha vuelto de vacaciones para estrenarlo con una nueva derrota parlamentaria, quizás la más simbólica de los últimos meses: la reducción de la jornada laboral. Pasar de 40 horas semanales a 37 horas y media era un sueño grande y modesto a la vez, una medida que cuenta con la simpatía de la mayoría de españoles aunque al mismo tiempo muchos pensemos que lo que hay que hacer con urgencia es dejar de aumentar la edad de jubilación y garantizar un sistema de pensiones sostenible. Ajena a estas cuestiones complejas, Yolanda Díaz ha pasado meses defendiendo la reducción de jornada. La hemos visto agitar esta bandera de gran conquista social con sus sobreactuaciones lánguidas, pero todo ha resultado en vano y esta vuelta suya al Parlamento ha sido como regresar al colegio para que te roben el almuerzo el primer día, un acto tan triste como elocuente. Para rematar el patetismo de la sesión, ni siquiera Pedro Sánchez estuvo en las votaciones; se levantó del escaño antes de apretar el botón para asistir con su esposa al estreno de la nueva película de Amenábar. Se llama 'El Cautivo', y el título define con precisión la situación actual de un presidente sometido a los caprichos de Puigdemont.
Este revés ha dolido como cuando te pillas los dedos con una puerta, pero la derrota parlamentaria no es lo sustancial porque en el fondo los gobiernos pierden votaciones igual que la gente pierde los paraguas en invierno, de vez en cuando. Ha dolido porque el portazo no ha sido solo de la oposición, también se lo han dado los diputados de Junts, aliados de un gobierno de coalición estrafalario cuya evolución recuerda cada vez más a esa conversación entre italianos de 'El Gatopardo': «Jamás hemos estado tan divididos como desde que nos hemos unido».
En nuestra democracia no se gobierna solo desde Moncloa, se necesita el apoyo de las Cortes, que es donde está representado el pueblo; el Parlamento no es un espacio decorativo y sin su respaldo el Gobierno pierde legitimidad, pasa a ser mero gestor, un administrador de facturas, un notario del calendario y un títere en las manos de diputados que se saben imprescindibles y actúan con la lógica del chantaje. Con esta revelación comienza el curso político en España, perfecta para evocar el viejo refrán mexicano: «Mal empieza la semana para el que ahorcan el lunes».
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