Hay un capítulo en el libro 'La Invención del Norte' que se titula: '¡En tiempos de cambio, necesitamos el norte, la inmensidad, el viento!'. Es ... una frase declamatoria, excesiva, que podría ser el lema de millones de españoles, nuestra pegatina hortera y despreocupada en la luna trasera del coche porque cada vez elegimos destinos más verdes, más húmedos y más frescos para pasar las vacaciones. El libro en el que se encuentra la frase es un ensayo muy entretenido del alemán Bernd Brunner, y ya en el prólogo explica lo evidente: que el norte es un punto cardinal pero también una idea, y por lo tanto su ubicación es relativa. Por eso nosotros sentimos que La Rioja es zona norte pero es probable que entre los miles de vascos que nos visitan cada año y tienen aquí sus segundas residencias haya quien piense distinto. Algún día, por cierto, habrá que reconocerles el cariño que nos profesan, la fidelidad que demuestran verano tras verano cuando salen de sus casas en Basauri, Tolosa o Llodio y vienen a insuflarle vida a nuestros pueblos por toda la comunidad.
No sé si en este renovado interés por el norte habrá influido la insistencia de nuestras élites ilustradas en hablar ahora de 'refugios climáticos', que es pura neojerga, una de esas expresiones afectadas que inventan de vez en cuando para renombrar lo evidente y sostener cierto relato. Puede que esa obstinación haya contribuido y por eso ahora estemos todos olfateando el viento para escapar de las alertas naranjas, pero está claro que hoy el norte está de moda aunque –si se piensa bien– no es más que el destino natural para dar respuesta a un instinto primario: el del cuerpo pidiendo sombra para esquivar el calor.
Víctor Hugo dijo que la melancolía es la felicidad de estar triste, y hay algo de eso en la huída estival a territorios nublados, en las caminatas con jersey por el paseo marítimo y en esas noches de agosto en las que se duerme con manta. Yo lo noto en los mensajes de mis amigos que andan ahora por Asturias, en las fotos que suben los que viajan por Cantabria, en mis primos que se han ido a respirar el aire de Bretaña y Normandía o en los compañeros que este año están por las Rías Baixas. Porque hay un punto de escapada del calor pero también de otras cosas, no se huye del sol para despreciarlo sino para adentrarse en la paradoja de que la sombra también puede iluminar.
«La melancolía es la felicidad de estar triste, y hay algo de eso en la huída estival a territorios nublados»
Siempre que se va hacia el norte, o hacia la casa del pueblo en La Rioja, se lleva una intuición guardada en el neceser: que se estará lejos del buen tiempo pero cerca de uno mismo. Lo que ya resulta casi imposible es encontrar la playa vacía que cantaba Iván Ferreiro, es difícil jugar al antiturismo ahora que nos estrellamos todos hombro contra hombro y que abarrotamos cualquier rincón del mapa; los que hemos recorrido los acantilados de Moher en Irlanda o hemos intentado aparcar en San Juan de Luz sabemos de lo que hablamos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión