Breaking Dawson
Carlos Santamaría
Sábado, 15 de noviembre 2025, 21:48
A finales de los 90 se estrenó en España 'Dawson crece', una serie juvenil que narraba la vida de un grupo de amigos camino a ... la vida adulta. Tuvo éxito y causó impacto en una generación de chavales de todo el mundo que aprendieron a sentir melancolía antes de tener motivos, aunque yo nunca la seguí mucho porque era demasiado culebrón para mi distraída cabeza adolescente. Pero tengo grabada aquella estética de postal americana, de atardecer entre amigos en el embarcadero en un verano que no terminaba de acabarse y –aunque no la viera más que haciendo zapping– recuerdo a la pareja de actores protagonistas: Katie Holmes y Dawson, (se quedó ya para siempre con el nombre de su personaje) el chico rubio y sensible con sonrisa de anuncio de cereales.
Pero el protagonista se llama James David van der Beek y hoy, treinta años después, tiene cáncer colorrectal y está subastando objetos de la serie porque necesita dinero para pagar las facturas médicas. Es un gesto que sobrecoge por su dramatismo simbólico: el héroe adolescente que vende trozos de su juventud para vencer a la muerte.
La realidad se solapa con la ficción, y 'Dawson crece' se ha engarzado con 'Breaking Bad', otra serie americana en la que el protagonista, un aburrido profesor de instituto, comienza a elaborar metanfetamita para vender la droga y pagarse la quimioterapia. Estas cosas en España no se entienden porque nadie se arruina por pagar las medicinas. Por eso 'Breaking Bad' no habría podido escribirse en nuestro país, aquí habríamos visto a un tipo que va perdiendo la vista porque no le operan de cataratas, está en lista de espera y decide plantar tomates hasta que le llame el especialista.
Hay que ser consciente de la suerte de haber nacido en La Rioja y no en Massachusetts
Pertenezco a una generación que ha crecido en un sistema construido sobre la solidaridad: el médico de familia, las recetas en la farmacia o los hospitales públicos. Todo eso lo tomamos por herencia, no por asalto, y hemos vivido como si fueran producto del azar o de la naturaleza. Por eso hay que ser conscientes de la suerte que supone haber nacido en La Rioja y no en Massachusetts, y debemos denunciar el deterioro de este modelo para exigir soluciones antes de que se desmorone del todo. En su libro 'Algo va mal' Tony Judt explica que, tras la Segunda Guerra Mundial, en Europa «a la clase media educada se le ofreció la misma asistencia social que a la población trabajadora y a los pobres: educación gratuita, atención médica barata o gratuita, pensiones públicas y seguro de desempleo». Fue una fórmula revolucionaria que se aplicó con un motivo de absoluta actualidad: atraer a la población hacia la democracia y alejarla del hechizo de los totalitarismos.
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