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Aeropuerto 2025
El 'género de catástrofes' ya no es lo que era. Ni la 'catástrofe' en sí misma, que ya no es un siniestro mecánico sino político. ... En Barajas no choca un Boeing 747 contra una avioneta ni se hunde en el triángulo de las Bermudas. Ni están al mando de la nave Charlton Heston ni Jack Leemmon. De hecho, no se sabe muy bien quien está o debiera estar al mando. Y ahí comienza lo catastrófico. En una torre de control sin aparentes protagonistas. Con unas quinientas personas en situación Terminal. Y otras en puertas. La catástrofe podría tener su epicentro en despachos. Una catástrofe de diálogo, de gestión, del triángulo de –en este caso– administraciones. Una película de desastres que excede el ámbito del subgénero aeroportuario para extenderse al hidráulico, al eléctrico o al ferroviario. Trump va a prohibir los rodajes de blockbusters en España. Una pena porque ahora aquí habría decorados naturales y no muchos efectos especiales, porque la catástrofe sucede en tromba analógica. Ya veo la tira inferior del cartel –era marca del género– con los rostros de todos los personajes implicados: el alcalde, el de AENA, el delegado del Gobierno, el parado, la sinpapeles, la sintecho, el exiliado, el defensor del pueblo…
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Súper 8
Fernando Vílchez ha realizado esta semana pases de su doliente y hermoso cortometraje 'Recuerdos para el que por mí pregunte', que ya ha sido admirado y galardonado en Málaga y en Documenta Madrid. El título es el final de una carta escrita como in articulo mortis por un prisionero en el escenario riojano de nuestra Guerra Civil que sabía iba a ser fusilado. Es la carta de Nicolas Arnáez, de Villamediana, leída a cámara de una forma estremecedora y conmovida por su nieta Yolanda Colás. La cámara utilizada por Vílchez para exhumar, para reescribir los textos en su textura especialmente sensible, es una de Súper 8. Una decisión moral a favor de discurso, pues el ocho milímetros dota al testimonio de familiaridad, de filmación casera, doméstica, de carta fabricada en una superficie humilde, frágil y mellada por el tiempo, cuando no por el olvido. De hecho, el vacío de una cola sin impresionar de la película solapa sobre negro en el relato de Yolanda. Pero la voz se resiste a borrarse. Podía haber sido rodado por Patino o por Cecilia Bartolomé o por Jesús Vicente Aguirre, un «gigante», como lo definió Fernando en la presentación –lo que suscribo–, de cuyo censo trágico, preciso y profundo emerge una parte de esta oralidad imprescindible para saber que aquí pasó algo.
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Los Ozores
Eran un anticiclón de nuestra comicidad: el anticiclón de los Ozores. Una fratria del humor. Fueron tres para muchas cosas de la risa. Tres crías del mismo nido de La Codorniz, revista que empezó con los chistes cuando había cartilla de racionamiento y por las chimeneas sólo salía humo(r) negro. Incluso chistes sobre la cartilla. Por ejemplo, los de 'Los 3 Ozores'. Debutaron en el agudo semanario con 'monos' a seis manos y frases como «si quieres vivir con la cartilla, quedarás tan flaco cual cerilla», y sacaban a unos niños que en una tienda querían hacer pasar su cartilla escolar por una de racionamiento; o a un tendero que engañaba con el peso de las lentejas porque tenían mucho hierro. Y también sacaban velatorios y mutilados. El miércoles falleció el mediano: Mariano. Con el mismo número de años que de películas. Hubo algún año que cumplió varias películas. No sé le puede dar por su fallecimiento el '¡Enhoraestupendo!' con el que La Codorniz saludó el debut de 'Los 3 Ozores', pero sí reconocer en el origen de su humor el pico –que él luego arrevistó– de aquella galliforme no común y de la España que supuraba en viñetas y tragicomedias su pobreza. Aún el Amadeo y el Fermín de sus 'Bingueros' de 1979 podrían haber salido el uno del Banco de 'Atraco a las tres' y el otro de 'El pisito', necesitando una casa para casarse.
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