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Casi tres décadas antes de que arquitectos de talla internacional se interesaran por la construcción de vanguardistas bodegas, Juan Antonio Ridruejo había diseñado en 1973 Bodegas Olarra, en Logroño. Un auténtico icono arquitectónico, pensado por y para el vino: «Constituye en sí mismo un tratado de arquitectura aplicada a su proceso de elaboración, al que se ajusta perfectamente», explica la propia bodega en su página web, en referencia a la innovación que supuso en su momento Olarra.
El elemento mas emblemático de esta construcción, quizás difuminada por su instalación en un polígono industrial, es el tejado que corona la sala de barricas formado por 111 cúpulas hexagonales y que están dispuestas de esta forma para evitar cambios bruscos de temperatura en la crianza de los vinos.
Juan Antonio Ridruejo, doctor arquitecto, máster en City Planning por Harvard y profesor en Berkeley en la Escuela de Arquitectura de Madrid, fue un modélico profesional que ha dejado su firma en edificios como la torre del Santander en Azca, el Club EEE Somosaguas, el Club Parquelagos, la embajada del Congo en El Viso, así como multitud de edificios residenciales y de oficinas en Madrid y otras ciudades de España.
Fue también urbanista, autor de numerosas planificaciones en Madrid, como Somosaguas II, La Moraleja, Pradolargo, Montepríncipe, Monte Alina o Parquelagos. Murió, informaba estos días el diario El País, «con el sigilo y la austeridad que le caracterizaron».
En La Rioja, en Logroño, dejó su huella para la posteridad en Bodegas Olarra, un gran ejemplo de arquitectura industrial, funcionalidad y belleza.
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