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Betolaza: de la viña al corazón
Los hermanos viticultores Clara y Francisco sorprenden con una colección de vinos trabajados al extremo en el campo parcela por parcela y casi cepa por cepa
Vinos con corazón. Así definió el público la colección que los hermanos Clara y Francisco Ibaibairriaga (Bodegas Betolaza) presentaron ayer por la noche para el club de catas de lomejordelvinoderioja.com. Es la nueva generación de esta pequeña bodega familiar, que fue pionera en abrir al enoturismo en Briones, que tiene las puertas abiertas para ayudar a cualquier vecino, viticultor, que quiera dar el paso para elaborar sus propias uvas y para quienes la viticultura lo es todo: «Nuestros vinos se hacen en el campo durante diez meses, en los trabajos que hacemos en las viñas porque en bodega apenas si nos limitamos a supervisarlos», explicó Francisco. Betolaza cultiva once hectáreas de viñedo, íntegramente en Briones, aunque en diferentes zonas en uno de los municipios con mayor superficie agraria, no sólo de viñedo, de la región: «Eso nos ofrece muchas posibilidades porque cada parcela es diferente, desde las más cercanas al Ebro hasta las más lejanas, y con diferentes suelos y orientaciones».
Los vinos y sus precios
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Betolaza Crianza 2021 8 euros.
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Betolaza Reserva 2019 24 euros.
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Calitrancos 2019 32 euros.
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Resaco 2020 35 euros.
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Las Robadas CVC. 38 euros.
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Magadí 2019 13 euros.
Los Betolaza suelen ser los últimos en vendimiar y, tal y como confesaron los dos hermanos, la recogida es para ellos casi una obsesión: «Podemos hacer hasta tres pasadas por una misma finca para ir seleccionando partes, casi cepa por cepa, pero es nuestra forma de trabajar». Clara y Francisco son 'mujer y hombre' orquesta: «Somos pequeñitos, con 50.000/60.000 botellas y, como muchos otros, cultivamos nosotros, elaboramos nosotros, atendemos el enoturismo y vendemos, o lo intentamos, también nosotros», indicó Clara.
La cata
Comenzó con Betolaza Crianza 2021, el vino principal –después del joven Betolaza que no se cató–, con unas 15.000 botellas: «La selección la hacemos en el campo, probando las uvas, viñedo por viñedo, y es ahí cuando decidimos cuáles irán para el joven y cuáles para crianzo o reserva», detalló la viticultora. El vino responde al perfil típico del crianza riojano que nunca debía haberse perdido:fruta, con su toque de madera, en un conjunto muy agradable y típico de Rioja Alta. Betolaza Reserva 2019 es otro concepto: una producción limitada a 3.000 botellas, que sale al mercado escasas añadas (de la 16 saltó hasta la 19), ya que ambos viticultores son extremadamente exigentes, y generosos, en su viticultura: «Normalmente decidimos ya en el campo si hacemos o no reserva, pero también algún año hemos optado por no sacarlo tras probarlo en bodega», indicó Francisco. «Nos tomamos la selección muy en serio porque tenemos clientes fieles y no podemos fallarles».
El vino, tempranillo con mazuelo en esta añada –no hay fórmulas prefijadas y cada cosecha cambian parcelas y composición varietal, aunque siempre con tempranillo dominante–, está realmente estupendo y reconocible: de nuevo un perfil muy de Rioja Alta, con madurez pero sin abusar y una madera de fondo presente fina y no dominante.
Los parcelarios
Calitrancos 2019 es el vino de la noche para el cronista. Es de una pequeña parcela de tierras blancas –con mucha caliza–, que da para 3.000 botellas cuando los hermanos consideran que la cosecha de la talla: un tempranillo 100% fino, largo y muy consistente al tiempo que fresco.
Resaco 2020 es otro varietal, en este caso de garnacha, de un pequeñísimo viñedo junto al Ebro: «Es una viña de 105 años, muy pequeña, de apenas 1.700 metros, que vendimiamos de noche en un par de horas y luego desgranamos a mano con la familia y amigos». El vino es muy curioso, con un fondo de fresa pero unas notas mentoladas que no aparecían en añadas anteriores: «Es la viña, pura y dura, y cada cosecha trae un perfil un poco diferente», explica Clara.
Las Robadas es casi una locura de los hermanos Ibaibairriaga, un CVC (conjunto de varias cosechas) que comenzó como un juego en vendimia 2020 y siguó durante la 21 y la 22: «Se nos ocurrió dejar los mejores racimos de cepas muy concretas en cada parcela y vendimiarlos por seperado un poco más tarde». «Hicimos lo mismo –añadió– en 2021, dos bocoyes de 500 litros, y, probando con unos amigos, añadimos al final otros 225 litros de vino del 22, en este caso sin madera y así obtuvimos Las Robadas, que hace referencia a los racimos que fuimos robando a nuestros propios viñedos».
Una auténtica innovación, de apenas 1.200 botellas, a la que los hermanos pretenden dar continuidad, pese al extraordinario trabajo que conlleva. En la cata es maduro, potente y concentrado pero sin perder finura, un vino consistente al que le viene muy bien ese aporte fresco de la cosecha 2022: «Quizás no estemos haciendo los vinos que están ahora más de moda, más ligeros y fluidos, pero para nosotros la madurez es importante: estamos en Briones y queremos respetar este concepto de Rioja Alta», apuntó Francisco.
Tras la completísima, y muy diversa tanda de tintos, los dos hermanos concluyeron con Magadí 2019: «Es un homenaje a nuestra madre, Mari Carmen García Díez, a esas mujeres que siempre están ahí, en la casa con los hijos, pero también en el campo y en la bodega», explicó Clara. El blanco es fantástico, de dos viejas parcelas de viura y con crianza de ocho meses en roble: potente, redondo y con una longevidad más qeu garantizada. De nuevo, un perfil 'clásico', que no viejuno, del siglo XXI.