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Lo dijo Félix Rodríguez de la Fuente hace más de 50 años: «Así como se habla de la cultura de la piedra, de la cultura del bronce, de la cultura del hierro, hay alguien que ha llamado a esta, la nuestra, la cultura de la ... basura». Desde más de una hora antes de la actuación de Leticia Sabater en San Mateo ya había público esperando. Por Logroño han pasado Jay Jay Johansson, Benjamín Biolay, Placebo... y no han congregado a tantos espectadores como Leticia Sabater. La calle San Matías, y las aledañas, abarrotadas. Y la Peña La Rioja, que acotó el espacio de las primeras filas para sus socios a pesar de ser vía pública, grabó ese éxito como orgullosos de la supuesta proeza. «Después de dar más de 200 conciertos por toda España este 2024 no podía faltar Logroño», presentaron. ¿Y por qué no?
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Sonia Tercero
Con 20 minutos de retraso apareció Leticia Sabater y arrancó con 'Nochentera' de Vicco y no se sabe a ciencia cierta si hay que agradecerle que cantara en directo y no en 'playback' de lo mal que lo hace. La gente la grabó con el móvil como si estuviera contemplando a la Virgen o a un ovni. Con la segunda, 'Yo quiero bailar' de Sonia y Selena, ya ni siquiera le llegaba la voz. Luego estuvo un rato con el espectáculo parado grabando vídeos con el móvil. Cantó su 'Salchipapa' rodeada de niños. Y 'Potra salvaje' de Isabel Aaiún. Un esperpento. Tampoco faltó 'Titi, cómeme el toto'. Así, conforme fue yéndose la actuación por el desagüe con otras versiones irrisorias, como 'La bomba' de King África', y temas propios prescindibles para la humanidad, como 'M. Policeman', la mitad del público fue subiendo al escenario con cualquier excusa, invitado por la propia Leticia Sabater, y la otra mitad se marchaba habiendo cazado ya a la famosa con sus teléfonos.
El repertorio finalizó tras más de una hora y media con 'Barbacoa al punto G' y el villancico 'El polvorrón'. Todo muy bizarro, grotesco, histriónico y, por qué no decirlo, provocando la vergüenza ajena pero no solo por parte de la popular presentadora, también por parte del público. Fue todo un esperpento. Cabe preguntarse si ella, mientras canta y puede ver a la gente riéndose con desprecio, siente lástima de sí misma pero piensa que los garbanzos son garbanzos y hay que ganárselos como uno sepa y pueda, algo que demostraría ser la más lista de todos, o si realmente cree que lo hace bien, en cuyo caso alguien debería hacerla parar. Y es que al final soltó un discurso que hace sospechar: «Qué conciertazo. Qué gusto ser una artista a la que estén viendo niños desde 1 año. Tengo los fans que más beben, más gastan, los más disfrutones, y siempre sin ningún problema». Aunque, por otra parte, también reconoció que los suyos son «temazos divertidos y para pasarlo bien, no para ir a la ópera, claro».
Nadie iba a ver a una artista, los comentarios despectivos eran la tónica predominante entre la multitud, nadie se la tomaba en serio. Pero todos estaban allí, al parecer, sin nada mejor que hacer. Era como acudir a ver al Hombre Elefante. Todos acuden a ver al fenómeno, lo repudian, pero están ahí. Y el circo continúa en pie.
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