San Bernabé, un chipriota en el Revellín
El calendario hizo de San Bernabé, un apóstol oriental de segunda hornada, el patrón de Logroño
Los vecinos de Logroño, allá por 1521, por fin pudieron festejar la estampida de los ejércitos de Francisco I. Una salida a la desesperada de los pocos ciudadanos que defendían las murallas y la inminente llegada de las tropas comandadas por el capitán Vélez de Guevara provocaban la precipitada marcha de los franceses.
Tras 18 días de asedio y con la muerte en el horizonte más cercano, había motivos más que sobrados para la celebración. Incluso para pensar que la resistencia y la posterior victoria contaban con un punto de ayuda celestial.
El calendario, tan real en el día a día como anecdótico con el paso del tiempo, marcaba el 11 de junio. San Bernabé. Cuadraba bien y el nombre tenía sonoridad e historia. Mucha más que, por ejemplo, San Remberto de Bremen, que comparte hoja en el almanaque. O que San Críspulo y San Trípodes, a quienes hubieran tenido que venerar si la conmemoración hubiera sido el 10 de junio. O San Basílides, invocado para mantenerse casto, si el triunfo se hubiera retrasado hasta el día 12.
Comparando las opciones, no hay color. Pero, ¿quién fue San Bernabé? Y, sobre todo, ¿qué queda de su presencia en la tierra?
La primera pregunta tiene una fácil respuesta. San Bernabé fue un apóstol de la segunda hornada. No estaba entre los 12 'titulares', sino que forma parte del grupo de los 72 discípulos que se dedicaron a difundir la palabra de Dios. Vendió sus bienes y se convirtió en patrocinador del apostolado. Junto a San Pablo emprendió viaje a Jerusalén y luego a Turquía (en un largo trayecto de evangelización) para volver a Chipre, su patria natal. Porque, en realidad, 'nuestro' Bernabé, el que cada 11 de junio preside el reparto del pan, el pez y el vino al abrigo de las murallas del Revellín, era un judío chipriota que jamás se arrimó por estos lares.
Tras discutir con San Pablo, Bernabé decidió volver a la isla junto a su primo Marcos. Ahí la historia pierde su hilo y comienzan las especulaciones: Roma, Milán, tal vez Alejandría... Lo que parece fuera de duda es que Bernabé muere lapidado por sus compatriotas en Salamis (qué verdad es que nadie resulta profeta en su tierra) alrededor del año 60. Desde ese momento, comienza su veneración por los católicos.
La última frontera
Así que seguir la pista del mártir Bernabé resultaría teóricamente sencillo. Pero nada más lejos de la realidad. La antigua Salamis, actual Famagusta, es una ciudad milenaria que, por azares de la historia, se ha quedado al otro lado de la última frontera de Europa. No se recomienda viajar a esa zona de Chipre. Pero para visitar la tumba del patrón de Logroño hay que decidirse y presentar documentos, pasar por un terreno yermo desmilitarizado (pero con alambradas y barricadas de la guerra de 1974) y entrar a un estado al que, actualmente, sólo reconocen Turquía y la Confederación de Estados Islámicos. La República Turca del Norte de Chipre es, desde hace 30 años, un 'no país' para casi todo el mundo. No hay legaciones diplomáticas ni sirven los seguros. De hecho, hay que pagar para poder circular en coche por sus carreteras.
Pero San Bernabé bien vale unos euros. Desde la frontera, la 'peregrinación' recorre unos 60 kilómetros hasta el monasterio dedicado al santo. Allí la historia cuenta que, tras la lapidación, fue secretamente enterrado por su primo Marcos a los pies de un algarrobo. Durante casi cuatro siglos de olvido, después de que el cristianismo desapareciera de Chipre, el arzobispo Anthemios soñó dónde estaba la tumba. Allí se encontró y se levantó un monasterio. Desde entonces, en medio de una llanura inmensa, el cenobio ha sufrido diversos azares.
Su reconstrucción en el siglo XVIII, con algunos restos del antiguo convento, le ha dotado de su aspecto actual: un monasterio-fortaleza de color ocre y cuyo campanario logra romper la monotonía del paisaje. A apenas un centenar de metros, un minúsculo mausoleo acoge la tumba de San Bernabé. Al descender 14 escalones, en una gruta escasamente iluminada, un forro de terciopelo con un icono del santo cubre la caja donde deben de reposar los restos del santo. Sólo un par de iconos y algunas velas de los poco numerosos peregrinos que acuden al monasterio acompañan a San Bernabé. Eso sí, el 11 de junio, los grecochipriotas, desde el 2005 y después de 31 años de parón, vuelven a peregrinar hasta el monasterio. Una pena que San Bernabé, ese día, esté más preocupado de ver a 'sus' logroñeses tomando el pan, el pez y el vino en El Revellín.
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