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Operarios colocan una lona en el local que ocupó durante décadas 'La Granja'. V. S.

Un nuevo restaurante japonés en Logroño para un local de toda la vida

El local de la calle Sagasta, que se convirtió en uno de los puntos de referencia de la ciudad con el recordado 'La Granja', busca una nueva vida tras varias reaperturas sin éxito y años de cierre

Víctor Soto

Logroño

Miércoles, 7 de junio 2023

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Una enorme y colorida lona colgaba este miércoles de la fachada de uno de los locales más recordados (y otrora cotizados) de la capital. En plena calle Sagasta, los operarios se afanaban por dejar perfectamente alineado un mural de ambientación oriental que dará paso al proceso de obras y apertura de una nueva apuesta gastronómica en la capital.

Porque Asia ha conquistado 'La Granja', que así es y será nombrado por miles de logroñeses y riojanos que recuerdan una de las cafeterías punteras de la capital, que durante décadas se mantuvo como uno de los epicentros de la vida social de la capital. 'La Granja' murió como tal, con su esencia, hace ya más de una década.

Después, en un par de intentos infructuosos, trató de reconvertirse en bar 'low cost' bajo la franquicia 'Copas Rotas', que resistió durante cuatro años, y posteriormente más volcado a la noche como Morgana, que en 2018 se presentó como un modelo mixto de bar y tienda especializado en coctelería y que se dio de bruces con la pandemia. Ninguno de esos intentos pervivió y el establecimiento, con sus dos plantas, sus escaleras y su recordada y sinuosa barra languidecía en el centro de la calle Sagasta en busca de una nueva oportunidad.

Será la restauración la que le rescate de esa somnolencia de cristales opacados, carteles publicitarios desgarrados y restos de celo. Y será una hostelería foránea, siguiendo la línea habitual del Casco Antiguo logroñés, convertido en un cosmopolita 'gastronódromo' donde viajar desde Turquía a México pasando por Japón o Estados Unidos sin dejar de ver las torres de La Redonda. Todo muy de aquí.

'Tora Asian Street Food', que cuenta con un restaurante en Burgos, ya anuncia en su página web la próxima apertura en Logroño. En la ciudad castellana cuenta con una carta en la que destacan picoteos orientales, las posibilidades de elaborar un 'wok' personalizado o decantarse por el 'sushi', que será lo que propongan en su desembarco en La Rioja.

La Granja, a finales de los 90, con su icónico letrero y su acristalada fachada. T. B.

Siempre es buen momento para recordar a Eduardo Gómez, pero más en momentos como estos, en los que la inmediatez acaba por devorar los últimos hilos de memoria que nos atan a una ciudad que ya no será. Parroquiano de 'La Granja', Eduardo la rememoraba así: «Su situación en una zona de intensa actividad comercial fue su gran puntal económico, empezando por el trajín provocado por la cercana plaza de abastos, con la llegada de los hortelanos con los productos que ponían cada día a la venta, llenando de carros la calle Hermanos Moroy y aledaños. Con propietarios, empleados de establecimientos cercanos y sus clientes, que llenaban la calle desde la esquina con Bretón de los Herreros hasta Portales, con la relojería de Bergerón, las taquillas de toros y fútbol, el salón de limpiabotas Rioja, la confitería La Pajarita, la pescadería de Suso, Foto Guallar, con la Paca vendiendo periódicos en la esquina y enfrente Pañerías Asensio, la relojería Cadarso, el Instituto Nacional de Previsión, que generaba un gran movimiento de personal, y la fonda La Numantina, entre otros negocios de la zona. La Granja era el punto de reunión en las fiestas de San Mateo del bullicioso mundillo del toro y de la pelota. Y existía la costumbre de esperar allí la llegada de los toreros que se albergaban enfrente. A la hora del vermú se hacían reuniones de empresarios estableciéndose contactos que generaban no pocos negocios, mientras se degustaban mariscos que procedían de la cercana pescadería Suso. En aquellos tiempos llevaba magníficamente la batuta Dámaso, con su padre, el señor Domingo, siempre atento, mientras en el mostrador estaba Santos sirviendo con celeridad anticipándose a la petición del cliente. Otra figura que se recuerda era la de Bernardo Moreno, limpiabotas permanente».

También Jorge Alacid, reflexivo cronista de la hostelería logroñesa, indagaba en la esencia de una cafetería única: «Lo mejor de La Granja era la gente. Su clientela, tanto la acodada en la barra como la sujeta a las tertulias de los sofás; y sus camareros, gobernados por el impasible Dámaso y el dinámico Santos, barman y adivino: te ponía el cruasán antes de que se lo pidieras. Te lo ponía aunque no lo quisieras».

No volverá 'La Granja', que en 2024 cumpliría un siglo de vida, ni tampoco aquellos bares que se perdieron por el camino del progreso, de la modernidad y de la innovación (que de eso ha vivido, vive y vivirá la hostelería, del flujo de público que se guía muchas veces por los oropeles de lo nuevo). Pero de vez en cuando está bien recordar lo que perdimos para evaluar lo que tenemos.

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