Anatoliy Kosakovskyy | Lutier y carpintero

«Mi sueño es hacer instrumentos de cuerda y algún día poder tocarlos»

En la parte trasera del local de Anatoliy se encuentra su taller. Es un cuarto amplio con una mesa, una silla y varias estanterías, donde guarda madera de pino para las tapas y de arce para el resto del instrumento. Hay mucha luz, algo imprescindible. En la pared, un cable sirve de apoyo para mostrar los violines que ha hecho. Son tres. En la mesa se encuentra el cuarto a medio hacer. Al otro lado, también en la pared, pueden observarse los moldes que utiliza a la hora de darles forma. La música de Mozart o Vivaldi no pueden faltar. Un complemento tan importante para Anatoliy como para el violín la lija o el barniz. Sin ellos, el trabajo no puede terminarse. Así lo define mientras confiesa que, a pesar de eso, «el rock es lo que más escuchaba de joven».

De hecho, su pasión por la música llegó a temprana edad, porque «con catorce años tocaba la guitarra en una banda, hasta los treinta y cinco». A día de hoy, ha cambiado el rock por la música clásica y la guitarra por los violines, «pero siempre he sido de este tipo de instrumentos», añade. El confort que le provoca la música le ha hecho mantener esta conexión hasta ahora. «Empecé a dedicarme a esto por bienestar hace 35 años. Primero cogía violines rotos para abrirlos y ver cómo eran. Y eso me llevó a poder hacerlos desde cero», apostilla.

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Actualmente, a sus 67 años –casi 68, porque los cumple el 30 de mayo–, y después de haber pasado por varios oficios como el de chófer, se encuentra actualmente tras el mostrador de una carpintería en Logroño. Una capital que «tiene de todo y es un buen sitio para vivir». Algo que no puede decir, por desgracia, de su ciudad y país natal. Aunque hace tres años que no pisa suelo ucraniano, mantiene el contacto con algunos familiares, como su prima. «Ella es de Járkov también, y hablamos a diario. Nos cuenta cómo pasan misiles alrededor de su casa. Está siendo horrible, todo está muy mal. Incluso se ha llegado a caer parte del techo», comenta con nostalgia y preocupación. Unos sentimientos que intenta suavizar a través de la música y de su gran oficio y pasatiempo: los instrumentos de cuerda.

Aunque no se dedica a venderlos, tiene como objetivo «crecer y hacer violines buenos y profesionales, tanto en estética como en sonido. Si tengo tiempo por delante, es lo que quiero hacer». Entre sus planes está «hacer un violín con su hija y aprender juntos a tocarlo». Nada suena mejor.