La Rioja ha iniciado cien protocolos de acoso escolar en el último lustro

La Rioja cuenta con un protocolo de acoso escolar que establece diferentes vertientes para una misma problemática:agresiones verbales, escritas, físicas, sexuales o psicológicas, aislamiento social y extorsiones. Al paraguas de esta herramienta se han comunicado cien casos en los últimos cinco cursos, con escasos expedientes en los años más afectados por la pandemia y una subida hasta los 33 protocolos iniciados en el curso 2022-23 y los 21 que por el momento registra el actual.

Para Beatriz Burgos, presidenta de la Asociación contra el Acoso Escolar (ACAE Rioja), «estos datos son irreales». «El protocolo se activa cuando la escalada es altísima, llega tarde, cuando ya existen somatizaciones, las familias están alerta, el niño ya sufre las consecuencias y en muchos casos necesita atención psicológica... Deberíamos abordar una acción de tolerancia cero a la violencia desde el primer momento junto a una resolución de conflictos y mediación en positivo», expone Beatriz Burgos.

Numerosos informes apuntan a que el 'bullying' está mucho más extendido que ese centenar de casos oficiales del último lustro, incluso los más benévolos. Según el último informe PISA, La Rioja es la comunidad en la que menos alumnos se sienten frecuentemente acosados. Pese a ello, son un 4,1% de los escolares, lo que elevaría la cifra por encima del millar. Otros establecen, por ejemplo, que uno de cada seis adolescentes sufre acoso o ciberacoso.

Para la presidenta de ACAE Rioja resulta fundamental identificar qué es el acoso escolar, «en el que existe una intencionalidad de hacer daño y una situación de dominio que puede ser reiterada en el tiempo o intermitente», y apunta a que «cuando un niño se comporta de manera agresiva no tenemos que fijarnos en él, sino en por qué y para qué lo hace».

«Estas situaciones no solo tienen consecuencias negativas en el acosado; los agresores aprenden a ser manipuladores, desajustan su moralidad emocional y aumenta su sensación de impunidad», subraya Beatriz Burgos, que alude también a cómo afecta a los observadores, niños y adultos: «Normalizar la violencia lleva al cinismo, al individualismo y a la frialdad emocional, aprenden a asumir las injusticias».

A la hora de abordar esta problemática, en los últimos años han surgido cambios de paradigma. Uno, la pandemia, «que ha conducido a más soledad e individualismo», y otro, el mal uso de la tecnología:«Es difícil encontrar un caso de acoso sin pantallazos de insultos y amenazas, sin bloqueos en las redes... El daño es todavía más intenso y profundo porque es 24 horas». Pide, por ello, reducir la presencia de las pantallas en las aulas y un control parental, además de alternativas para afrontar este proceso: «Debería existir la opción del distanciamiento puntual con el centro, como una baja médica en los adultos, junto a la ayuda de un experto. Ahora mismo, cuando un niño se siente acosado, la única solución real que se abre es el cambio de centro, y es lamentable que, cuando te están haciendo daño, el que te tengas que ir seas tú».