Y de repente la tierra se abrió en Estollo
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De la noche a la mañana, en febrero de 1997, un agujero monumental de nueve metros de profundidad y seis de diámetro se abrió en una finca de Estollo. Ante lo inexplicable del suceso, algunos hablaron de meteoritos y otros de extraterrestres. Al tercer día, los técnicos ofrecieron una explicación razonable: aquel hoyo era una torcaEl 17 de febrero de 1997, una inquietante llamada de teléfono sobresaltó a la redacción de Diario LA RIOJA. «En Estollo ha aparecido de ... la noche a la mañana un hoyo gigantesco en una finca, como si hubiera caído un meteorito o un OVNI». La noticia parecía inexplicable, en la frontera de lo paranormal: en una sola noche, en una parcela alejada de cualquier núcleo habitado, sin que nadie hubiera visto ni oído nada, se había abierto un agujero monumental, un círculo casi perfecto de seis metros de diámetro, nueve de profundidad y forma de embudo invertido.
Este cronista y el fotógrafo Juan Marín cogieron el coche y enfilaron hacia Estollo. El hoyo había aparecido en una parcela situada a la izquierda de la carretera de Villaverde, a tres kilómetros del pueblo. Los periodistas se encontraron un agujero desmesurado, de bordes escarpados. No se veía el fondo. Había una cinta roja y blanca que delimitaba su perímetro, para evitar caídas. Los perros pastores se acercaban con curiosidad e incluso con temor. Las ovejas, en cambio, ni se asomaban al hoyo: pastaban concienzudamente, ajenas e indiferentes.
La sima se había abierto en la madrugada del 14 de febrero, viernes. José María, el pastor, andaba por ahí con las ovejas cuando vio que el rebaño se detenía en la cima de un pequeño cerro. Al llegar al lugar descubrió el formidable agujero. Llamó al propietario del terreno, Prudencio Lerena. Durante todo el fin de semana, el lugar se convirtió en destino de peregrinación de curiosos y vecinos. Comenzaron a esbozarse las teorías más descabelladas para explicar el fenómeno: que si un meteorito, que si los extraterrestres, que si había galerías subterráneas por toda esa zona...
Hoy ya no queda ni rastro de aquella herida circular entre los trigales
Cuando los cronistas subieron a Estollo, el lunes 17 a media mañana, todavía se cruzaban apuestas sobre la autoría del enigmático agujero. Aunque a esas horas la intervención alienígena parecía descartada por completo, resultaba sugerente (y hasta divertido) imaginar soluciones pintorescas para un suceso tan extravagante. El fotógrafo llegó incluso a descender con unas correas para sacar imágenes desde el interior del hoyo.
La solución al misterio, sin embargo, estaba en la topografía. A aquel paraje le llaman 'la torca' y una torca, según el Diccionario, es «una depresión circular en un terreno y con bordes escarpados». Pero ni los más viejos del lugar recordaban haber visto un agujero tan grande, y abierto tan de repente. El lunes a mediodía llegó un técnico de Protección Civil, José Fermín Galileo. Comprobó el terreno, se ató unos arneses y bajó a la gruta. La analizó y resolvió que, en efecto, aquello era una torca. Las aguas subterráneas que bajan desde la Sierra de la Demanda habían agujereado el suelo. Las copiosas lluvias de aquel invierno habían acabado por minar las rocas que sustentaban la superficie, la bóveda cedió y todo se vino abajo.
Hoy no queda ni rastro de aquella herida circular en el paisaje. Los amarillentos campos de cereal cubren las suaves lomas que se tienden entre Estollo, Berceo y Villaverde. Todo parece firme, sólido e incontestable. Ángel José Lerena, hijo de Prudencio (ya fallecido) y actual alcalde de Estollo, cubrió el agujero con tierra y piedras. «Volvió a ceder casi dos metros -recuerda-, pero lo llenamos de nuevo». Aquel día de 1997, Ángel tuvo suerte: se había propuesto labrar la finca con su tractor esa misma noche, lo que hubiera podido acelerar el derrumbe. Ahora confiesa que no tiene miedo cada vez que pasa con las máquinas por encima: «Hombre, lo llenamos bastante bien, no creo que se hundiera demasiado».
La gente del pueblo todavía recuerda el suceso, la expectación generada y hasta las hipótesis que entonces circularon. Aunque, al final, como suele suceder, la explicación racional restara algo de magia a un suceso casi paranormal.
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