Silvia Andrés
Presidenta de la red EAPN La Rioja
«A más pobreza, más dependencia, más control y menos posibilidades de salir»«El riesgo de exclusión social no origina la violencia, pero sí puede activarla, agravarla o intensificarla», alerta la responsable de la entidad
La EAPN (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social) de La Rioja, en la que están las principales entidades del tercer ... sector en la región, trabaja frente al drama de la penuria económica, otra lacra que se extiende como una mancha de aceite y que también impregna La Rioja, con especial incidencia en la mujer, que, a menudo, se convierte en una doble víctima, sin escapatoria posible, encadenada a su agresor por su falta de recursos, por la miseria en la que debe tratar de sobrevivir.
«El ser mujer, el género, muchas veces es un indicador de tener mayores posibilidades de estar en una situación de pobreza. La vulnerabilidad social realmente no es el factor determinante de la violencia, pero sí es el que crea las condiciones necesarias que agravan y perpetúan esa situación porque dificultan la salida de esa persona de la violencia», alerta Silvia Andrés, presidenta de EAPN.
«En una situación de pobreza se acentúa la probabilidad de sufrir violencia porque esa mujer depende económicamente de su maltratador, porque está en un aislamiento social, ya que normalmente el agresor tiende a aislarla; porque hay un menor acceso a servicios que le pueden ayudar; y porque normalizan la propia violencia o porque tienen la interseccionalidad de que soy mujer, vivo en pobreza y encima tengo añadido un tema de etnia, de discapacidad, de minorías, de orientación sexual, de estatus social...», incide la responsable de EAPN.
Silvia Andrés no olvida otros posibles obstáculos a la salida de un infierno personal: «Tengo unos hijos, no tengo una vivienda donde irme, no tengo un empleo que me genere un ingreso... Es decir, la feminización de la pobreza lleva a situaciones de desigualdad de poder ante el agresor». Un círculo vicioso que resume en una sencilla pero inquietante fórmula matemática: «Más pobreza es igual a más dependencia, que es igual a más control, que es igual a más riesgo, que es igual a menos posibilidad de salir».
«La concienciación y la prevención, también en el ámbito educativo, desde niños, son ejes claves para alejar el machismo»
Tras incidir en que la pobreza «no es una causa profunda de la violencia, porque realmente la violencia surge de relaciones de desigualdad de poder y de patrones culturales machistas», admite que «sin embargo, la pobreza puede ser un detonante de que aumente el riesgo de episodios de violencia. No la origina, pero sí puede activarla, agravarla o intensificarla. Los comportamientos violentos ya existen, pero una situación de pobreza te lleva a un mayor estrés, a mayor conflicto; la falta de recursos te lleva a querer un mayor control y este, a la desigualdad y a la violencia».
Casi 80.000 mujeres en riesgo
Sin datos reales sobre esta lacra, solo con estimaciones inciertas, la presidenta de EAPN La Rioja sí aporta algunas cifras ya de por sí aterradoras: «Lo que nos dice el informe de la tasa Arope, es que a nivel nacional hay seis millones y medio de mujeres en riesgo de pobreza y exclusión social y si lo trasladamos aquí estamos hablando de algo más de 79.000 mujeres, el 24,4%, igual ahí es donde hay que centrar el foco», defiende, para añadir que «tenemos también a 8.000 riojanas que viven en hogares con baja intensidad de empleo, otro dato que nos indica dónde poner el ojo para hacer prevención y estar atentos».
Ejemplos no faltan, a su juicio. «Sí, y son muy claros, porque una mujer inmigrante sin permiso de residencia no te va a decir nada por miedo a que la expulsen; una mujer con discapacidad igual no te dice nada porque depende su vida diaria de su agresor; una mujer que está en una situación de sinhogarismo y sabemos que recibe múltiples violencias y simultáneas tampoco te va a decir nada... Hay un silencio, un sufrimiento que es muy difícil de detectar y las propias organizaciones tenemos la responsabilidad de estar atentas para ponerle remedio y, desde luego, la propia Administración».
Un trabajo que es de todos, advierte Silvia Andrés. «Todos tenemos esa responsabilidad básica de hacer llegar a la víctima el mensaje y que sepa que estamos ahí. También tenemos la obligación de crear una estructura de redes de apoyo, de espacios seguros y de prevención para darle la seguridad de que se le va a atender, porque hay muchos miedos. Hay miedo porque no tienen donde ir, no tienen recursos, no tienen ese poder adquisitivo o cultural, esas herramientas para poder dar el paso», defiende para reclamar como herramientas clave, como siempre ha incidido EAPN, «la concienciación social, porque la red de apoyo puede ser la propia sociedad, todos, que cualquiera que detecte que está pasando algo lo denuncie, porque igual la víctima no puede pero sí alguien cercano a ella. También la prevención para romper esa cultura machista, y en esa prevención está la educación, que es esencial, desde niños», alerta, para lanzar el deseo de que «tal vez no ahora, pero sí a medio o largo plazo tengamos una sociedad en la que el machismo esté bien lejos de nuestra forma de ver la vida».
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