La reconquista de Jumilla
«(El caudillo) se dirige a su país como si continuamente les amenazase la guerra; así puede controlar a los ciudadanos a su antojo» (Muhammad ibn Rush, Averroes, filósofo cordobés)
Los de Vox han empezado la reconquista por Jumilla y no me extraña: solo bebiéndose los excedentes de las más acreditadas denominaciones de origen españolas ... pueden comprenderse estas actitudes campeadoras. ¡Y luego se molestan cuando les llamamos ultraderechistas! Es la suya una cruzada muy singular porque ni siquiera cuentan con el aval de los obispos, que han puesto el grito en el cielo. Son –podemos decir– más papistas que el Papa y esa sí que es una costumbre muy española. Es el suyo un catolicismo de sacar vírgenes de madera a la calle, pero que no cumple ni uno solo de los mandatos evangélicos. Entre Franco bajo palio y Jesús lavando los pies a los pobres, ellos prefieren coger el palio y los pobres que se jodan, sobre todo si han venido en patera.
Más allá de las excusas técnico-jurídicas, los dirigentes de Vox han puesto el acento en la defensa de «las tradiciones españolas». Ha sido leer esto y las cabras han vuelto a mirar con angustia a los campanarios. Reconozcamos, no obstante, que algunos de sus dirigentes encarnan portentosamente costumbres muy nuestras, empezando por Santiago Abascal, que toda la vida ha estado chupando tan ricamente del Estado, y siguiendo por Buxadé, epítome del español-bajito-cabreado que parece sacado de un cómic de Ibáñez.
En Jumilla han decidido no ceder un campo de fútbol para que los ciudadanos musulmanes hagan, como en otras ocasiones, su rezo ritual. Pero, si de verdad lo hacen por defender las «tradiciones españolas», acto seguido deberán exigir el cierre de todos los MacDonald's y los Burger King. ¡Esos luteranos del demonio están vendiendo hamburguesas, Santi! ¿Dónde se ha visto eso? ¿Qué fue de nuestra tortilla de patatas? ¿Y de los torreznos? Hay que llamar con urgencia a Ortega Smith, luz de Trento y martillo de herejes, para que se plante con los fulanos de Desokupa frente a un Starbucks y exija a los camareros que se limiten a poner cortados, carajillos y cafés con leche. ¡Lattes macchiatos, Ortega! ¡Están poniéndolo todo perdido de lattes macchiatos, sea eso lo que sea!
Una vez prohibidos los rezos públicos a Alá en un polideportivo, no nos quedará otro remedio que suprimir las fiestas de Halloween. Los niños de Jumilla –y pronto los de Logroño– dejarán de disfrazarse de fantasmas y de brujas el 1 de noviembre para escenificar con enorme gravedad Don Juan Tenorio en todos los colegios públicos y privados. Y por fin volveremos a comer de vigilia en cuaresma: ¡muerte al chorizo pecador!
Por cierto, ¿qué hace yendo la gente de Vox en vaqueros e incluso en bermudas? Esta invasión textil protestante se está haciendo insorportable. Estaría bien volver a los jubones y a las medias de caballero, como en los tercios de Flandes, aunque quizá baste con recuperar los pantalones de tergal, nuestra unidad de destino en lo universal. ¡Las tradiciones, Santi, copón, no aflojes y aféitate ya la barbita de Almanzor!
Aunque lo más curioso de lo de Jumilla no es tanto la ida de olla de un minúsculo concejal de ultraderecha, sino la decisión del PP de hacerle, tan guapamente, de costalero. Ese mismo error les costó hace dos años las elecciones. Ambicionan tanto el poder que no les importa echarse en manos de cualquier friki con ganas de prepararla que se ha quedado a vivir en los años 50.
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